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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Aguas turbias

2017-03-20 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Ya son cinco derrotas consecutivas las que acumula Veracruz y, el descenso, como hace mucho no le sucedía, comienza a ponerle seriamente el pie en el cuello.  

La vuelta de Reinoso al banquillo jarocho pasó más por un aspecto anímico que futbolístico, y es que cuando parecía que aquel no tan lejano plantel que supo tener días despejados en el Puerto, incluso ganando el bálsamo llamado Copa MX, con Villalva, Peñalba, Furch y compañía, en realidad terminó manejando una caducidad agitada y para muchos inexplicable.  

Porque en verdad los proyectos ‘exitosos’ en Veracruz son esporádicos y con un final anunciado.

Desde la ahora ya lejana época de Comas, pasando por el liderato en la administración Herrerías, hasta los antes mencionados campeones de Copa, el público del Tiburón disfruta más por su sentido de pertenencia e identidad apegada a la fiesta eterna que pasa por sus venas, que por el poco incentivo que le ofrecen los resultados deportivos de su club.

Equipo extremadamente politizado que hoy más que nunca vive días inciertos en su cabildeo. Mil rumores acompañan a una administración irascible y amedrentadora, entre ellos el más grave que consiste en una posible mudanza si el gobierno en turno no apoya. Pero para que esto suceda primero deberán mantener la franquicia de Primera División y después analizar fríamente sus opciones de negocio. 

Pena ajena lo que han hecho durante años con el Veracruz, ésta y demás administraciones. El manoseo de una plaza tan tradicional e importante ha sido continuo. Nadie recuerda un ascenso en el campo, ya que sólo obtienen lugar en la máxima categoría con la compra de franquicias, eso al final termina siendo un arma de doble filo porque entonces están a expensas de que cualquier día, así como trajeron al equipo de regreso al Pirata, lo desaparezcan sin necesidad de que ruede el balón.

Veracruz, como tantas otras plazas devastadas por el negocio que algunos piensan pueden sostener y terminan manejando o subsistiendo con parches y retazos, nuevamente está en peligro de extinción.  

Está claro que jugar a nivel del mar en una Liga como la mexicana es un déficit y que si el cuadro costeño no es capaz de fortalecer su localía, pocas posibilidades de gloria lo acompañarán; pero si a eso le sumamos la planeación de la entidad deportiva realizada en charlas de café y sobre las rodillas, la historia luce terminal.

Con siete juegos por delante, cuatro de ellos en casa, Veracruz dramáticamente ya no depende exclusivamente de su juego, sino que otros ahora son los que llevan la mano en el macabro sufrimiento del descenso. 

En la cancha necesita otra vez ganar para recuperar estabilidad mental y soñar con una posible rebelión futbolística, pero el asunto va más allá y es mucho más complejo, porque afuera del terreno, las aguas se ven peor que cuando el tiburón nada en el Luis de la Fuente.  

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