Aplausos

Mohamed lo sabía, su equipo no le podía fallar en el momento cumbre y menos contra un viejo amor. Desde el primer minuto de la Vuelta, Rayados fue superior a un cuadro capitalino que desde hace rato lleva los partidos al extremo físico, más allá que al mental. Porque el América de Ambriz no piensa, empuja; no construye, ‘contragolpea’.

Alejado de sus obligaciones históricas, el cuadro de Coapa peleó e hizo un encuentro emotivo porque lo que le falta de protagonismo colectivo le sobra de agallas. Pero cuando te llamas América ese método no tendría que ser negociable y por lo tanto, eso debería criticarle su propia grada, una afición que se volvió ‘resultadista’ sin importar las formas. Si las Águilas estuvieron dentro de la eliminatoria y la arrastraron hasta la última instancia fue porque tuvieron dos pelotas controladas que Arroyo aprovechó con la complicidad de la barrera en el primero y con la del arquero en el segundo. Eso fue América, pierna dura y dos pelotas paradas. Desde hace tiempo las ‘Poderosas’ no habilitan con claridad a su centro delantero y, la verdad, se nota porque su funcionamiento carece de generación grupal, ya que viven de las luces individuales de sus estrellas de barro.

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