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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Ave de la tempestad

2017-04-20 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Dos veces al mes cruzaba con su padre Antonio los 2 mil 277 metros que unen a Almada y Lisboa, gracias al icónico Puente 25 de abril. Los aromas del Río Tajo solían ser menos dispersos los domingos, por la recatada afluencia vehicular.  

Luis acostumbraba colocar la cara bien pegada a la ventana plegadiza del autobús para ver volar con libertad gaviotas, albatros y petreles, pero sobre todo para sentir la frescura del viento, mientras a lo lejos perdía la mirada en la inmensidad del Atlántico, en lo que maquilaba dentro de su imaginación lo que estaba a punto de ver.   

Y es que Antonio, despachador de una humilde mercería en Cova da Piedade, era un recalcitrante benfiquista que orgulloso le transmitía su afición al único heredero de los Madeira Caeiro; por eso, aunque el dinero fuera justo, siempre lo llevaba a la parte más alta de la imponente ‘Catedral’ lusitana del futbol, el  otrora viejo Estadio Da Luz, sitio de culto para las Águilas y ‘campo santo’ donde Eusebio ‘pontificó’ durante años. 

Luis era recatado, callado, discreto, poco expresivo, pero su personalidad estaba ligada a sus costumbres y responsabilidades. Educado, puntual, buen estudiante, no creaba problemas mayores, gustaba alejarse del peligro y solía ser generoso. Sólo el amor por su madre, María Joana, le desbordaba la seriedad. 

Desde muy niño manejó dos opciones: una era quedarse en casa tranquilo leyendo e imaginando historias de héroes invencibles y la otra, que también lo animaba mucho, se basaba en correr detrás de la bola en una cancha de futbol sala, junto a todos sus amigos del club Barrocas B.     

A los nueve años pasó al Os Pastilhas, cuadro amateur de una empresa farmacéutica. “Era un club pequeño que tenía campo de sala; ahí entrenábamos para jugar después los fines de semana como visitante en cancha grande”, le contó a Cadena Ser. 

Su padre lo llevó un verano a hacer pruebas con las divisiones menores del Benfica, pero fue rechazado por la baja estatura.   

Esto nunca dejó que lo venciera, más allá de que su madre respiraba aliviada el rechazo del emblemático conjunto lisboeta por el temor de que el futbol eclipsara sus estudios.  

Con el correr de los meses fueron los buscadores de talento del Sporting los que se fijaron en un delgado y diminuto mediocampista que jugaba en tierra de gigantes sin rubor.   

“Se desplazaba con seguridad, tenía fácil regate, hacía cosas con la pelota que pocos podían. En verdad era una figura; quedé perplejo desde que lo vi. Tardé dos meses en convencer a su familia para que lo dejaran jugar con nosotros”, recuerda para CM Jornal, Joao Bernabé, el primer entrenador de Luis con los Leones.   

A Luis en la reconocida Academia Sportinguista lo llamaban Figo, como a su padre. 

Le gustaba comer arrinconado en la cafetería del club donde le daban un sándwich con papas fritas y un jugo. Los parroquianos del lugar lo rememoran como un chico humilde que hacía pocas bromas y que vivía enfocado en trascender. 

Se le respetaba por sus modales y se le admiraba por su habilidad con el balón; nadie dudaba que aquel joven de pelo rizado sería el nuevo dueño del Alvalade.  

Antes de los 17 años, las horizontales verdiblancas tatuaron su pecho debutando en la Primeira Liga. Fueron seis temporadas, una mejor que la otra. Luis, quien soñaba con ser Maradona y admiraba por sobre todas las cosas a Futre, irrumpió definitivamente en el ámbito internacional cuando de manera brillante, junto a una generación magistral, logró el título mundial juvenil de la FIFA en el 91.

Desde Italia, dos pesos completos lo sedujeron en 1995. La imponente Juventus compitió por su fichaje a muerte contra el entonces saleroso y refrescante Parma. Fue tanta la ansiedad de su representante, que firmó pactos con los dos clubes y de manera increíble trabó el sueño de Luis, que era el jugar en Serie A.     

Ambos equipos lo presentaron ante las autoridades del Calcio como propio, sin haber desembolsado un centavo en Lisboa, situación confusa que terminó ganando un tercero: el Barcelona. 

La escuadra de Cruyff venía de la gloria absoluta y Figo fue visto como el primer paso a la remodelación del equipo post ‘Dream Team’. 

“Practicar un año con Johan fue increíble, me llevó a otra latitud su dinámica de entrenamientos. Treinta años después varios siguen utilizando cosas que él inventó. Un adelantado”, contó para Cope.  

Las actuaciones de Figo a lo largo de cinco años robaron el corazón de los blaugranas, pero no así el de la dirigencia culé, quien según el portugués nunca lo valoró ni trató con el suficiente respeto a la hora de firmar contratos. 

Con las dudas sobre su continuidad revoloteándole la cabeza, los rumores llegaron a Madrid, donde el empresario Florentino Pérez lanzó su candidatura a la presidencia del Real Madrid, prometiendo traer como punta de lanza de su campaña a la estrella del Barça. “Si no traigo a Figo yo mismo pagaré las anualidades de los abonados en el Bernabéu”, solía pregonar un hombre que en ese entonces era un total desconocido en el mundo del futbol.   

Florentino le llegó sorpresivamente con la propuesta a Futre, un símbolo colchonero, ya en ese momento representante comercial e ídolo de Figo. “Me pareció una locura. Yo conocía a Luis y a Veiga, su manager. Cuando Florentino me explicó lo que pensaba hacer, dije: ‘Este tipo está loco, no va poder quitarle la figura al Barcelona’”, dijo para El Chiringuito.  

El verano del 2000 fue ardiente. Desde Can Barça nadie creyó en las amenazas de Figo de abandonar el club, mientras tanto, Florentino, a dos semanas de las elecciones, estaba dispuesto a pagar los 60 millones de euros de la cláusula de rescisión que manejaba el contrato del capitán de Portugal.  

“Él estaba en Cerdeña de vacaciones mientras Veiga fue el que firmó el convenio con Florentino. Si Pérez ganaba, Figo sería del Madrid. Luis, al enterarse de la victoria en las urnas merengues, se lo pensó mucho. Dudó y tenía temor, porque ya había recibido amenazas de muerte anónimas si dejaba al Barça. Estuvimos hasta la madrugada junto con Veiga convenciéndolo de que era lo mejor para él. Fueron momentos muy difíciles”, relató Futre. 

La noticia fue universal: Figo, el hombre de las dos Ligas, dos Copas del Rey, una Supercopa de España, una Recopa europea y una Supercopa continental con el cuadro catalán, abandonaba Barcelona para irse del otro lado de la barda.  

“Nadie tomó en serio la situación, misma que fue transmitida al presidente Núñez. El club, sabedor de todo, no quiso hacer nada más. Fue el mismo Núñez el que me dijo: ‘Trae el dinero y te puedes ir’, y eso pasó”, aclaró el mítico 7. 

Cuentan que el primer mes vestido de blanco fue una tormenta de emociones inenarrables para el primero de los que después serían apodados ‘Galácticos’.  

“Tomas la decisión porque piensas que te puede ir bien profesionalmente, pero no sé si estaba preparado para el asunto emocional porque nunca sabes cómo te va a ir”.   

Luis estaba incómodo por la situación, hablaba menos de lo que acostumbraba, que ya de por sí era poco, y fue Raúl, el capitán, quien terminó por arroparlo e inculcarle el madridismo.   

Los catalanes no veían la hora de recibir al Madrid. Deseaban tener revancha contra Figo, a quien calificaron de inmediato como traicionero y pesetero. La rechifla de aquella noche es todavía la mayor de la historia en el Camp Nou. “No se podía escuchar al compañero. Luis la pasó mal, además no tuvo su mejor partido, estaba desconcertado. Lo que queríamos todos es que acabara rápido el juego”, descargó Guti. 

“El ambiente de jugar contra 100 mil personas sabiendo que están en contra tuya es totalmente diferente cuando sabes que va a pasar. Hubiera sido peor que jugando con el Madrid la gente del Bernabéu me pitara”.  

El rencor de la grada catalana con los meses se incrementó y cuando se pensó que lo peor había pasado, llegó la segunda visita de Luis al Camp Nou.   

El 23 de noviembre de 2002, con la incesante llovizna como cómplice, una pancarta con la palabra ‘Judas’ sintetizaba el ambiente. La violencia escaló a tal grado que cada vez que Luis se acercaba a las líneas laterales caían todo tipo de proyectiles, cientos de ellos. En el segundo tiempo hubo un córner para el Madrid, mismo que Televisión Española catalogó como: “El tiro de esquina más largo de la historia”. Figo, desde la izquierda, eludió todo tipo de artefactos y entró con pierna cambiada buscando el gol olímpico que Bonano sacudió por arriba del arco, para ceder otro cobro desde la punta diestra. Ese cruzar de campo bastó para que la tribuna colérica le tirara una cabeza de cochino e incluso una botella de whisky. Era imposible detener a la jauría y el encuentro se paró durante 15 minutos. Un bochorno que ha quedado en los anales de la historia del Clásico. 

Después de aquel día, el portugués de épicas batallas quedó blindado de espanto para siempre. 

Sus años como galáctico tuvieron muchos más días buenos que malos y en cuanto sintió que su valor agregado estaba siendo desaprovechado prefirió salir con tranquilidad rumbo al balompié fetiche que le quitaba el sueño: el italiano, en el que jugó Maradona.  

Encontró en el Inter una pléyade de figuras un escalón debajo a los que estaba acostumbrado, pero ya entrado en años se sintió como en casa. Cuatro títulos consecutivos de Liga cerraron su trayectoria como profesional, amainando así el irreparable y viejo dolor de no haber podido ganar algo importante con la selección mayor. “Se nos fue la Eurocopa en casa. Me dolió mucho, pero siempre me quedo con lo positivo y eso fue ver a la gente de mi país unida apoyando al equipo”.  

Como dirigente en el Inter, José Mourinho, quien lo entrenó en su último año a petición del propio DT, le pidió que estuviera con él en la banca en el juego semifinal de Champions contra el Barcelona en 2010. Esa noche eliminaron a la escuadra culé y Mourinho utilizó como cábala la presencia de Figo. “Luis debe estar tranquilo en Barcelona porque ahora yo soy el enemigo público número uno”, mencionó José. Sin olvidar que varios allegados en forma de anécdota aseguran que puso a Figo a su lado para que ‘dividieran’ insultos.   

Heredero de Eusebio, Figo, con sus amagues, pases, desplantes de genio y goles desorbitantes sembró sin saberlo en Cristiano Ronaldo, la misma semilla que Futre le dejó a él. 

“De niño siempre quise vestir la ‘7’ de Figo en el Sporting y en la selección. Yo quería ser como él”, acepta CR7.   

Respeto y admiración rotundas que se mantuvieron hasta el último día, cuando Cristiano, en el partido de despedida de Figo con la selección, le dejó la ‘7’ a su ídolo en homenaje y se atavió la ‘17’.   

Contenido, calculador y silencioso con sensibilidad artística, así era en la cancha Figo. Ídolo caído convertido en traidor que fue encumbrado como genio en otros brazos. Al final parece manejar el alma de los petreles, de aquellas aves marinas que vuelan rozando las olas del frío Atlántico con sutileza y que disfrutan hacerlo contra el viento huracanado sin siquiera inmutarse, quizá por ello las llaman: ‘Aves de las tempestades’.

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