Castillos en el aire

El equipo no tiene forma ni fondo; México lleva años así, jugando a lo que caiga y como vengan iluminadas sus “estrellas europeas”, con el técnico que me digan porque son contados los juegos dignos o imponentes que ha dado esta generación a lo largo de los últimos 10 años. Niños que se hicieron adultos de la mano de un envión mediático descomunal y que a la hora de los resultados importantes sólo encontramos escombros de lo que muchos creen que pueden ser y que en verdad son mazazos de realidad que nos dejan en claro lo que son. Sobrevaluados.

Hoy el pretexto, y con razón, son las dichosas rotaciones, esa terca necedad de mover elementos que no son comodines, pero a los que se les busca diversificación. De todas maneras cuando esta generación futbolística jugaba en su “posición natural”, los resultados fueron igual de mediocres y oscuros en competencias top a eliminación directa.

Hoy sólo la escuadra nacional se remite a que tanto Ochoa o el que ataje, tape los balones hasta con la garganta y que Hernández meta una también con la garganta. Da igual, esta Selección, con Osorio o sin él, juega al milagro individual, a lo que sea y cómo sea. A que Lozano desborde e ilumine el campo. A que Vela piense una genialidad. A eso, a un chispazo, porque de idea y conjunto, nos pasamos el capítulo sin leerlo.

Faltan menos de 80 días para chocar contra Alemania y la verdad el panorama es aplomado como el cielo ruso.

Eso sí, después los referentes se llenan la boca de manera populachera pensando en ser campeones del mundo. Por favor, primero que encuentren una forma digna de juego, regularidad, competitividad y seriedad, ya después habrá tiempo para seguir construyendo castillos en el aire, esos que donde humo y como humo se van.