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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Cerebral

2017-07-27 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Todos los domingos a través de la ventana cubierta por gotas de lluvia típicamente londinenses, Pat, una bibliotecaria y jefa de familia llamaba a sus tres hijos, Natalie, Claire y el pequeño Frank, para que se despidieran una vez más de su padre antes de que éste saliera a trabajar. Era la cábala de buena suerte para los Lampard que así le deseaban un buen partido a Frank, el patriarca, futbolista profesional que se desempeñaba como lateral del West Ham United y esporádico seleccionado de su país.

La fragancia a campo de futbol inmediatamente le llegó al más chico de la familia, más allá de que su madre le inculcó la lectura y el estudio, Frank junior, desde temprana edad, ya sabía que quería ser como su padre.

A pesar de que la decisión parecía tomada, Frank jamás renegó del colegio, al contrario, lo disfrutaba casi tanto como cuando salía en las tardes a perseguir un balón. Estudiante ejemplar, de calificaciones perfectas y comportamiento modelo; nadie tenía queja alguna sobre su desempeño académico y mucho menos sobre sus modales. Pat, por lo tanto, vivía orgullosa de que también su gusto por la lectura y su bagaje cultural hayan sido traspasados o hasta heredados.

“Sabía que Frank sólo pensaba en ser futbolista como su padre, pero le insistía que tuviera un plan B por si el juego no lo acompañaba, de tal manera lo convencí para que fuera abogado en caso de fracasar con la pelota”, relató para Women and Home.

Conforme crecía y ya con su padre retirado, Frank recibía todo tipo de consejos para poder mejorar como futbolista.

“No era muy rápido y me costaba regresar. Entonces mi papá me ponía a hacer sprints todo el tiempo para generarme potencia y responsabilidad. No me gustaba nada hacerlos, sentía que era una pérdida de tiempo, pero con el correr de los días me di cuenta que necesitaba hacer eso para ser más completo en mi juego. Mi padre me hizo trabajar mis debilidades y eso se lo agradeceré siempre”, contó Lampard en UEFA.com.

Durante más de un año se levantó a las cuatro de la mañana para agarrar su bicicleta y salir ante el gélido amanecer a la bodega de periódicos para transformarse en el repartidor de diarios de Romford, el lugar donde vivía al noreste de Londres.

En casa no necesitaban dinero, pero sí un chico que entendiera de esfuerzo y responsabilidad.

Más tarde asistía al prestigioso colegio Brentwood, donde mantenía una beca por aprovechamiento escolar, ahí practicaba cricket, así como boliche, mientras que cerraba su día en la Academia del West Ham, donde trabajaba el esposo de su tía, Harry Redknapp, quien públicamente lo defendía de las dudas que generaba el pequeño de los
Lampard a la afición de los Hammers.

“Les aseguro que Frank tiene la calidad técnica, visión y potencia física no sólo para ser figura en el West Ham, sino para jugar en la selección”, soltó el técnico durante una charla con fanáticos del popular equipo londinense, mientras el propio Lampard callado compartía estrado.

El cuadro de Boleyn Ground optó por prestarlo al Swansea para que agarrara un poco de camino y tras unos cuantos meses regresó a Londres para vestir la camiseta con mangas celestes y pecho colorado.

“El día que jugué profesionalmente para West Ham estaba muy nervioso pero pude controlarme y dar un partido digno”, soltó para Daily Mail.

La leyenda de su padre seguía fresca y Upton Park le exigía en todo momento respeto hacia el legado familiar, por eso recordando los consejos paternales, entonces procuraba quedarse después del entrenamiento regular para seguir potenciando su juego.

Mediocampista dúctil con el balón, de buena pegada, generador de juego y recuperador de pelotas. Lampard tenía un ida y vuelta descomunal que sedujo a la gente del Chelsea.

Todavía sin el dinero ruso de por medio, la flemática escuadra del ostentoso oeste londinense lo hizo cambiar de barrio.

“Me quería ir de West Ham, necesitaba hacer mi propio camino para no seguir siendo el hijo de Lampard. Me buscó el Leeds y después llegó Chelsea. Ahí dije que era una buena oportunidad. Llegué a un club que me hizo trabajar más en gimnasio y me enseñó a alimentarme en tiempo y forma”, le contó a The Telegraph.

Las prioridades deportivas de su nuevo equipo ya eran otras a las que acostumbraba. Con Chelsea se debía pelear arriba y el lugar en la cancha lo disputaría en cada entrenamiento ante figuras internacionales.

“Cuando vi a Makelele, pensé que jamás podría jugar; sin embargo, se puso atrás mío y me dejaba hacer lo que yo quisiera. Era como cuando jugué con Verón, él me daba el balón todo el tiempo”.

Siempre fue muy observador y nunca quería dejar de aprender por eso no tenía rubor en aceptar sus limitaciones y buscar la manera de imitar a los mejores en su zona de juego. Lampard se convirtió en una esponja de instrucción.

“Trabajaba horas extra para tener la dinámica de Gerrard. Veía mucho los movimientos que hacían Patrick Vieira y Paul Scholes, y aprendí compitiendo contra la fuerza Roy Keane”.

Con la llegada del petrolero Roman Abramovich al palco y de José Mourinho al banco, el Chelsea se transformó en la nueva amenaza de la Premiership.

Lampard junto con John Terry fueron los estandartes de un club que ha sabido desde entonces manejar los más altos estándares de calidad y competencia. Frank levantó 13 trofeos vestido de Blue, entre ellas aquella Champions contra pronóstico y de visitante frente al Bayern Munich, que tras el penal condenatorio de Drogba, lo catapultó como capital del equipo a correr rumbo al otro arco acompañado por un grito profundo y desgarrador para abrazar a cualquier desconocido que bajara eufórico de la grada tras la proeza obtenida. Un símbolo de unión entre fanático y protagonista.

Además el mítico número 8 se transformó en el máximo goleador histórico del club con 210 goles en 648 juegos. Una cifra brutal de un gol marcado cada tres partidos y más para un mediocampista. Además posee el récord de más presencias consecutivas en el Chelsea sin ser portero con 164 partidos.

“Yo quería ser campeón de la Premier League y de Europa desde niño, por suerte pude lograrlo. Chelsea se convirtió en mi equipo”.

De Stamford Bridge se fue como mito para recaer un año con el Manchester City ante la sorpresa de sus fanáticos que no lo querían ver con otra camiseta más en la isla.

Después terminó sus días en Nueva York disfrutando de cierto anonimato en las calles para poder gozar de su familia.

Con la selección formó parte de una generación prometedora (Golden Generation) que durante tres Mundiales jamás pudo dar el golpe de autoridad que el mundo esperaba. Junto a Beckham, Scholes, Cole, Gerrard, Owen, Rooney, Terry, Campbell, Ferdinand y compañía desperdiciaron oportunidades inmejorables para enaltecer el escudo de los tres leones. Fue tanta su mala suerte deportiva con el cuadro de la rosa, que hasta sufrió una mala decisión por parte del uruguayo Larrionda, que no le dio un gol válido ante Alemania en la Copa Mundial de Sudáfrica.

“Me habría encantado ganar algo con Inglaterra pero para ser honestos, jamás veré con decepción mi paso por la selección. De niño nunca habría imaginado jugar por mi país y al final pude hacerlo 106 veces, eso me lo llevaré en el alma”.

Mente brillante con coeficiente intelectual de genio, situación mundialmente fomentada tras unos estudios realizados por el Chelsea. Nada extraño para aquellos que lo conocían desde chico y sabían de su facilidad para el estudio, la lógica y el raciocinio.

Porque Frank siempre trató en al medida de lo posible ser más que un jugador y por ello plasmó sus dos grandes pasiones, el futbol y la lectura, en la creación de una serie de libros infantiles escritos por él con historias relacionadas al balón, llamados Frankie’s Magic Football.

“Me tardé bastante en hacerlos, pero me surgió la idea después de que todas las noches les leía a mis hijas un cuento. Por eso quise hacer aventuras sobre futbol, que es algo que amo y ellas también, así entonces podría leérselas” .

Frank Lampard, un “todocampista”, goleador, elegante y muy inteligente. Una mente superior que hizo que los juzgados perdieran un enorme abogado pero en su lugar le dio al futbol un estupendo jugador.

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