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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Dálmata

2017-05-25 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Sólo quedan tres paredes en pie, el techo sigue fragmentado en cientos de pedazos sobre el irregular piso. El incendio desapareció la madera e incineró el campo donde sus padres trabajaban, poco queda de aquella tétrica época en la región de Obrevac, antigua Yugoslavia, hoy Croacia, pero resta lo suficiente como para saber que ahí se respiró la devastación, el odio, la muerte y el destierro.

Stipe y Radojka, un técnico militar y una costurera, viajaron más de una hora por la ruta 54 hasta Zadar en la Dalmacia, ciudad bañada por el mar Adriático,  para dar a luz a Luka, un flacucho y pequeño bebé rubio de nariz aguileña, que fue nombrado así en honor a su abuelo, el hombre que espera en casa la llegada del nuevo integrante de la familia Modric. 

Mientras el comunismo se diluía, en Yugoslavia las ancestrales divisiones tocaron fondo cuando Croacia decidió luchar por su independencia, estallando un conflicto bélico en la zona.

Rebeldes serbios se apoderaron de la periferia de Zadar; el abuelo de Luka fue asesinado a quinientos metros de su casa y Stipe, ante el dolor por la muerte de su padre, ni siquiera tuvo tiempo de enterrarlo porque corrió despavorido para sacar de ahí a su familia. Luka tenía siete años y empezó una vida de refugiado en su propio país. Se asentaron en el hotel Kolovare de Zadar, otrora recinto de lujo para el turismo playero y ahí pasó el tiempo observando desde su ventana las fumarolas de guerra y escuchando los más de 600 estallidos diarios que atormentaban a la ciudad. Para los adultos la vida era una pesadilla, y aunque Luka sabía que las cosas marchaban mal, se daba sus escapadas al estacionamiento del hotel para patear la pelota un rato, hasta que su madre desesperada le gritaba que regresara de inmediato al cuarto.  Durante dos años la ciudad careció de luz y de agua. La gente para asearse lo hacia bajo la lluvia, a la orilla de algún riachuelo o ante una temeraria salida al mar.

Los niños que podían estudiaban en rincones y otros, como Luka, mantenían ilusión de entretenerse jugando al futbol. Fue el gerente del hotel quien al verlo patear la bola le consiguió que pudiera entrenar en el club Zadar, escuadra que, como todas, mantenía por las mañanas cierta actividad deportiva clandestina. 

Modric era muy rápido y hábil, no tenía miedo a nada, pero en realidad existían diferencias físicas importantes con los demás chicos de su edad. Cuando la guerra culminó y empezó la reconstrucción de su nación, Luka ya tenía 12 años y entrenaba de manera cotidiana. El Hajduk Split, equipo de sus amores, lo rechazó por su baja estatura, pero el Dinamo de Zagreb lo aceptó por su calidad técnica y lectura de juego. 

Durante cuatro años formó parte de los equipos juveniles, el asunto es que no había total confianza en su fuerza física y por ello decidieron prestarlo al Zrijnski Mostar de Bosnia, un equipo importante de una Liga mucho más rústica que la croata. El objetivo era saber si Luka podría sobrevivir a las patadas de los bosnios. Querían detectar su carácter o de lo contrario desecharlo. 

Tras un año durísimo, las cicatrices del torneo vecino le crearon al diminuto mediocampista una capa de teflón que le hizo madurar de manera abrupta. Si antes no tenía miedo, ahora era indestructible. “Me mandaron con dos muchachos más, así que nos acoplamos rápido. El campeonato no tiene un gran futbol, pero es muy fuerte físicamente y te debes acostumbrar a los golpes. Esto me hizo un jugador más fuerte, me ayudó mucho estar ahí”, contó para Futbol Mundial. 

Sin embargo, debía pasar una prueba más antes de debutar con el gigantesco Dinamo Zagreb. Por ello fue nuevamente prestado, pero ahora al Inter Zapresic, de la Liga local. Sus actuaciones deslumbrantes hicieron líder al modesto club croata y de paso le entregaron una convocatoria a la Selección Sub 20, donde portaba el gafete de capitán. Fue ahí que la dirigencia del Dinamo no quiso saber más y lo regresó al club para entregarle los hilos ofensivos del equipo. 

Jugando atrás de Mario Mandzukic y Eduardo Da Silva, destrozaron a todos y comenzaron a darle forma a la nueva generación de futbolistas croatas que ocuparían los sitios de los históricos de Suker, Prosinecki, Boban, Boksic y compañía. 

Jugar el Mundial de Alemania 2006 le entregó un estatus inalcanzable para el torneo croata y, por tal motivo, la jugosa oferta del Tottenham no pudo ser resistida por la entidad balcánica, así que Luka iría con el popular cuadro londinense a empaparse de la más alta competencia, a pesar de que según la prensa de su país aseguró que hubo 30 ofertas de distintos clubes por él, incluida una del Bayern Munich.  “Llegar a Inglaterra fue fenomenal, lo hice a un gran club con mucha historia y una tremenda afición. Además, me gustó el proyecto de ir a la mejor Liga del mundo”, relató para Plavi Radio. 

Media punta con instintos goleadores, elemento capaz también de arrancar desde atrás con pelota controlada y sin rubor al esfuerzo para la recuperación del balón. Persuasivo, incansable, entregado, cerebral, genial. Modric se convirtió en un comodín del medio campo y en una figura mediática por su juego y no por su lengua. “Fueron cuatro años grandiosos. En Tottenham me hicieron pasar momentos espectaculares y me fue como estar en mi casa”. 

Real Madrid no dudó en su arte ni un instante y José Mourinho lo pidió como prioridad. “Fue un halago que el mejor club del mundo y el mejor técnico del mundo me ficharan. Todo un orgullo para mí que José, estuviera pendiente de mi traspaso hasta el último minuto”, declaró para Real Madrid TV.

El legendario Prosinecki le advirtió lo que era ir al Real Madrid. “Si no ganas te silban. Pero si ganas sin dar espectáculo, también te darán la espalda”. 

Tras un primer año complejo los números terminaron por acompañarlo. Seis títulos internacionales, tres locales y decenas de destellos creativos ha regalado por el manto sagrado del Bernabéu. “Me quiero retirar con el Madrid, sería un sueño, ojalá pueda lograrlo”, dijo en Marca. 

Otro anhelo para alguien sin tope ni en la entrega ni en la calidad ni en la mente. Otro niño de la guerra que logró hacerse hombre y que triunfó cuando todo estaba diseñado para que fuera lo contrario. “Reventó más ventanas con sus balonazos que las granadas serbias” lo recuerda así el gerente de aquel hotel en penumbra, que le dio refugio cuando la vida de este dálmata se podía escapar en cualquier momento.

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