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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Decreto blanco

2017-12-18 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Un equipo grande domina su estela de gigante, incluso cuando vive horas bajas. Eso es lo que hace permanentemente esta versión ‘unplugged’ del Real Madrid.

Una escuadra con titubeos lineales no muy reconocibles dentro de su incomparable vitrina, pero a la que de igual forma todavía le alcanza para dar golpes de autoridad cuando existe un trofeo en disputa tal y como lo hizo en el reciente Mundial de Clubes.

Zidane vive actualmente muy cuestionado por la defensa a ultranza que hace de su compatriota Benzema, séptimo goleador histórico del club, por encima de deidades merengues como Gento y Butragueño; y estacionado a 23 goles del sexto en la lista, Hugo Sánchez.

El delantero francés acumula partidos fuera de ritmo y ha perdido la estabilidad dentro del área, más allá que sigue siendo el segundo al mando en ataque mientras juegue el todopoderoso Cristiano Ronaldo, a quien incluso la exigente grada de Chamartín también le ha exhalado murmullos cuando aglomera de vez en cuando alguna pequeña e inusual racha sin gol.

A Keylor Navas llevan meses juzgándolo, mientras que Kiko Casilla ha dejado sensaciones agridulces que elevan la presión y exigen que los estándares de calidad siempre sean máximos. En fin, nadie puede esperar otra cosa en contra de estos porteros si en su momento algunos afirmaron que Iker Casillas, símbolo del madridismo, debía irse del arco blanco por titubeos esporádicos.

En el ímpetu y liderazgo de Ramos, cuando no lo expulsan, sigue descansado la hidalguía de un equipo diseñado para las grandes ocasiones.

El público desespera por el físico de Bale y los constantes zumbidos con su posible regreso a la Premier League. Exigen más delanteros que eviten tanto desgaste en CR7, lloran la salida de Morata y mueren por dar aquellos golpes tan mediáticos de contrataciones exorbitantes.

Hoy, a casi la mitad de temporada de la Liga, es cuesta arriba y en Champions les tocó en Octavos el incómodo PSG, que quiere por fin mandar un mensaje de autoridad continental y deseará hacerlo ante el actual monarca y el más ganador de la historia.

Zidane luce tranquilo como casi siempre se le vio en su carrera, salvo aquella famosa noche de Berlín contra Materazzi; el DT calma las aguas y se siente fuerte.

Parece no importarle que muchos equipos desde la calidad de víctima extrema le hagan partido al Real Madrid, porque, al final, ellos con su estirpe, su flema, su escudo y sus individualidades casi siempre gozan de la miel inigualable del triunfo. Y si no que le pregunten a su última víctima, el Gremio.

Porque está claro que hoy el Madrid no es en la cancha todo el sol que debería ser; sin embargo, como buen equipo grande esquiva las nubes, incluso cuando la tarde viene doblada. El único asunto acá es saber si será capaz de lograr evitar la tormenta jugando así, cuando se enfrente a uno de esos únicos cinco o seis rivales que podrían colocarse a su altura en una buena noche de futbol.

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