Entre la iglesia y el balón

El tiempo se agotó para Osorio. O el entrenador colombiano utiliza como mínimo a 80 por ciento de los titulares que arrancarán el Mundial en el amistoso de este sábado contra Escocia o el murmullo se apoderará de las endebles paredes del vertido mexicano.

Con o sin lesionados, el sábado está obligado a mostrar una cara medianamente reconocible de un equipo que aspire, si no a ganar, por lo menos a competir. Hoy su escuadra lo único que desborda es incertidumbre y desconfianza, por lo menos es lo que la inmensa mayoría observa desde afuera, más allá de la típica politiquería barata que se usa en los vestuarios para limpiar la ropa sucia en casa y no demostrar hacia el exterior “tibieza o dudas”.

Hoy la Selección Nacional, a dos amistosos de enfrentar al Campeón del Mundo, no tiene un solo argumento sólido como para pensar en la heroica proeza de arrancarle algo a la escuadra teutona.

Ni uno solo. Bueno, sí hay uno, repetir el “Milagro de Fortaleza” en donde hace cuatro años el equipo nacional, sin siquiera patear contra el arco brasileño, no se comió cinco goles gracias a un Ochoa celestial, inmaculado.

De no mejorar dramáticamente frente a Escocia y Dinamarca, México en Rusia vivirá más apegado a la fe y el rezo, que al juego y la calidad.