opinion.blog.christian-martinoli.escorpion
Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Escorpión

2015-08-26 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
Comparte en:
Contenido Patrocinado

Crecer en Medellín, aseguran varias generaciones de colombianos, no es cosa sencilla. O por lo menos no lo era. Y es que la gran ciudad ‘Paisa' fue donde René nació y vivió hasta su juventud. Un lugar complejo desde los cimientos, porque la capital antioqueña, como tantas otras urbes de Latinoamérica, pretendió ganarle terreno a las montañas. Por sus laberínticas y empinadas calles durante varios lustros se fueron tejiendo historias macabras repletas de crimen, odio, droga y muerte. Cuando el pequeño José René vendía periódicos en las esquinas y en Navidad hacía lo mismo con gorros, tarjetas y esferas para ayudar económicamente a su abuela, en la ciudad del enorme maestro Fernando Botero, las cosas estaban empezando a ponerse difíciles.

La policía no tenía control de la delincuencia y el trabajo escaseaba. En el barrio Castilla la gente se la rebuscaba para vivir o sobrevivir. René fue hijo único, su madre falleció muy joven, mientras que el padre se alejó y años más tarde se supo que tuvo seis hijos más.

René era un chico alegre, pero con un instinto salvaje, casi incontrolable, digno de la situación, las compañías y las circunstancias donde se fue haciendo hombre.

La escuela era un trámite que le exigían en casa, pero en verdad lo que más le gustaba era jugar futbol. Hábil con la pelota en los pies, arrancaba por izquierda y le encantaba cerrar sus jugadas por el centro con disparo de media distancia o, por qué no, con un par de amagues frotando la bola con la suela del zapato en busca de entrar al área rival.

Era goleador y un muy buen media punta; sin embargo, sus condiciones atléticas le permitían practicar ‘bien' cualquier disciplina deportiva. Si se le cruzaba un balón de básquet, se quitaba a dos y tiraba con gran puntería. Si por casualidad alguien llegaba a tener una raqueta de tenis, él en poco tiempo encontraba la facilidad para empezar a pegarle a la pelota de manera adecuada. Por eso cuando en un torneo juvenil organizado por el Deportivo Independiente Medellín, el portero de su equipo escolar no se presentó, René se puso los guantes y lució como si fuera su posición natural. Es más, sorprendió a varios visores del llamado ‘Poderoso de la Montaña' que de inmediato lo reclutaron, sin saber que su corazón vivía del otro lado de la vereda, porque el joven de apellido Higuita, era fanático de Atlético Nacional. "Ganamos un campeonato juvenil con el DIM y antes de firmar otro contrato les pedí que me ayudarán económicamente, me reclamaron diciéndome que era un desagradecido, que si no me bastaba con la medalla que habíamos ganado y yo les dije que no; por eso hablé con la gente de Nacional y ellos tomaron mi pase", le contó a El Espectador.

Su pelo ensortijado y sus dotes técnicos con manos y pies se hicieron famosos nacionalmente cuando vistió los colores de su selección juvenil. Ahí Millonarios de Bogotá pidió a préstamo al joven arquero y fue en la capital colombiana donde Higuita debutó en Primera División. Con su primer sueldo le compró un televisor a la abuela.

Sus movimientos exóticos fuera de los 16 metros y medio del área enloquecían al público, jamás por aquellas tierras se había visto que un portero saliera de la zona de seguridad y tocara la pelota con los compañeros buscando paredes o ‘peor' aún arriesgando el balón en su intento de quitarse a algún contrincante de encima.

Años atrás en Argentina, Hugo Orlando ‘El Loco' Gatti, famoso sobre todo con la camiseta de Boca Juniors, se había caracterizado por jugar el balón fuera de su área y tener arranques intempestivos, el tema es que el argentino a diferencia de lo que haría después el colombiano, no gambeteaba rivales. "Yo supe de Gatti, tiempo después hablé con él y nos la pasamos muy bien juntos, me dijo "vos amagabas y seguías, incluso anotabas; yo salía, arrancaba y tocaba", recordó en El Clarín.

Pero no sólo atajaba, también le gustaba quedarse después de los entrenamientos a practicar tiros libres y penales. La selección de Colombia le entregó un número fijo en su once titular y junto al gran ‘Pibe' Valderrama, serían los pilares más importantes en la historia del equipo cafetalero.

El balompié colombiano no era ajeno a la situación alarmante que vivía el país, incluso el futbol estaba inmiscuido íntegramente con el gran problema nacional, el narcotráfico.

Los grandes capos mediante ‘prestanombres' eran dueños de los mejores clubes, uno de ellos el Atlético Nacional, era comandado por el temible Pablo Escobar. Adorar del juego y fanático de todo lo que oliera a Antioquia, logró que la mitad de la selección jugara con el club albiverde que logró el campeonato de la Copa Libertadores del 89. Ahí René fue su más grande figura.

Fuera de Colombia, muchos sospecharon que el poder y miedo que infundía el líder del cártel de Medellín a las autoridades de la Conmebol hubieran encaminado las cosas para que el futbol colombiano por primera vez en su historia ganara el título continental de clubes. Versiones que jamás alguien se atrevió a comprobar.
Tras un par de Copas América, llenas de talento y jerarquía, el equipo de Maturana llegó al Mundial de Italia con una expectativa agradable. Tanto así, que le hicieron un gran partido a Alemania y con gol al 92' de Rincón le empataron al mejor equipo del torneo.

La gente fue seducida por el juego elegante, atractivo y de enorme toque que proponían los colombianos, sin olvidar que estaban fascinados con las excentricidades tanto dentro como fuera del área y la cancha de su portero.

Nápoles, en los Octavos de Final, esperaba a dos revelaciones, Camerún y Colombia. Juego flojo y repleto de nervio, que luego de 90 minutos quedó empatado. Ahí con la prórroga por delante el partido se abrió. Biyik se la dio a Milla y éste aguantó la llegada de Perea y la barrida de Escobar para liquidar arriba al primer poste a Higuita. Después al minuto 108, Colombia presionaba y un pelotazo africano le cayó a 35 metros de su portería al temerario arquero sudamericano, que sin marca y sin excesos se la cedió a Perea, éste hizo lo que siempre hacía, devolvérsela al arquero, el problema es que Milla merodeaba, para colmo se la regresó picando y adelantada a lo que René en lugar de pararla con izquierda la detuvo con la parte externa del pie derecho, estirándose demasiado y dejando la bola muy cercana al centro delantero que ya estaba encima; Higuita intento desesperado pisarla como lo había hecho cientos de veces antes, pero el veterano nueve camerunés supo la jugada y le robó la ilusión. 2-0. 

"Nunca me voy a arrepentir de lo que hice. Ese día me equivoqué, no me salió, no cambiaría nada, sólo se trata de aceptarlo y ya. Había una vibra muy particular. Miles de personas que se habían guardado sus críticas y otros que siempre me dijeron payaso y loco, todos estaban esperando que yo me equivocara para decirme de todo, lo tuvieron. Me vine a equivocar en un Mundial. Para colmo, como Redín descontó a tres minutos del final, entonces muchos aseguraron que mi error fue la eliminación", le mencionó a CaracolTV.

El peculiar estilo para desarrollar su trabajo, una tarde lo traicionó y eso fue suficiente para que su historia se transformara en leyenda. Unos le decían irresponsable y otros aplaudían su valentía por siempre ser el mismo ya fuera en la cancha llanera o en pleno Mundial. Se fue a Valladolid con Álvarez, Valderrama y Maturana, pero después de 15 partidos se fue porque no le pagaban.

"Allá nunca supieron a quién llevaban, me querían prohibir mi juego; decían que era demasiado arriesgado. ‘Pacho' me comentó ‘mire René, acá mientras ganemos estarán felices, pero si empezamos a perder se la van a agarrar con usted'", declaración que le dio a El Tiempo.

Jamás negó a nadie y eso le costó duras críticas, luego de aceptar que Pablo Escobar era su amigo y que varias veces había ido a jugar futbol a La Catedral, la cárcel que el mismo narcotraficante se construyó ante la complicidad del propio Estado.

"Escobar era amigo y conocido de muchos políticos, artistas y gente de otras índoles, que luego de ver las cosas lo negaron, yo jamás lo hice porque yo pude conocer un poco al ser humano; además, yo iba a jugar futbol y a compartir tiempo con los demás internos del penal", afirmó en RCN.

Los escándalos y el bochorno no lo soltaron, fue encarcelado luego de fungir como mediador en un secuestro. Las autoridades lo culparon de ser cómplice al violar la Ley Antisecuestro y pasó más de medio año tras las rejas. Cuando salió dijo: "haber estado en la cárcel por hacer una obra humanitaria no lo hace cualquiera". Higuita advirtió que fue utilizado por el gobierno como chivo expiatorio y símbolo ejemplificador hacia la sociedad.

El Mundial 94 no fue para él, a pesar de las abiertas preferencias que tenía Maturana para llevarlo como titular. Cuando las aguas se calmaron y luego del rotundo fracaso en Estados Unidos, René volvió al cuadro nacional. El 7 de septiembre del 95, el colombiano pasaría definitivamente a los anales de la historia. En Wembley, la original catedral, aburrían en amistoso ingleses y colombianos; a los 22 minutos James Redknapp, atacante del Liverpool, envió un tiro centro primario a los dominios del portero de rizos interminables quien en lugar tomar la pelota con las manos, fue hacia ella tirándose una plancha de frente e impactó la bola con las suelas rozando la línea de gol. Una locura grande, demencial, absurda, incomprensible, genial, absolutamente fantástica.

"Llevaba cinco años practicando esa jugada, me gustaban muchos las chalacas (chilenas) y dije ‘tengo que hacerla, pero al revés'; de hecho fue una que hice en un comercial de un refresco cuando un niño me tiró una chalaca y me dije ‘debo hacer algo mejor' y fue que me lancé de escorpión. Ese día en Wembley, veo que el juez de línea levantó la bandera y cuando vino la bola, dije ‘viene papayita, la voy a hacer', el tema es que después de realizarla, el juez bajó la bandera y el juego siguió, por eso se le dio mayor realce a la jugada. Pensé que Hernán (Bolillo Gómez) me iba a decir de todo, porque él me defendió ante la prensa afirmando que yo era un tipo que hacia cosas serias y de pronto me tiré el escorpión. Igual en el vestidor me felicitaron todos, aunque a Pacho, le pareció un gesto de poca educación y clase", le recordó a Marca.
No sólo atajaba de manera espectacular, no sólo salía del área esquivando gente, no sólo organizaba juego, no sólo anotaba, ahora también tiraba escorpiones. Su modo de actuar hizo que la FIFA notara que los porteros también podían jugar la pelota con los pies y por eso ahora no pueden tomarla con las manos si el esférico es pasado por un compañero. La ‘Ley Higuita' como se lo conoce por los maquiavélicos pasillos de la sede en Zurich. Higuita fue ángel y diablo, un tipo que hizo y probó de todo. Un hombre que cayó al infierno y vivió en las nubes. Un superdotado que tenía costumbres mundanas y cábalas extrañas, como aquella de siempre usar calzones azules debajo de los shorts.

"Nunca sentí presión, yo me divertía. Si no hacia un túnel o no tocaba la pelota o me quitaba a alguien, salía aburrido del partido. Era una necesidad que siempre tuve, quería la pelota, deseaba que me llegara el balón lo más pronto posible. A veces me decían que estuviera tranquilo, pero es que yo no podía estarlo. Fui un delantero frustrado".

Higuita logró 44 goles en su carrera, pero fueron dos jugadas las que dejaron su nombre marcado dentro del deporte más popular del mundo. Un ser humano que acepta se entrenó poco y que sólo sobrellevaba el trabajo porque quizá su físico así se lo permitió.

El futbol a veces es paradójico y mágico porque el enorme Ronaldinho de niño soñaba con ser Higuita y René, sólo no pudo cumplir algo en su carrera, ése algo que Ronaldinho hacía muy seguido. "Siempre soñé con anotar un gol después de quitarme a todos, estuve cerca, pero no pude".

Contenido Patrocinado