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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Falta el último paso

2016-10-24 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Se fue Tomás Boy de Cruz Azul, en realidad no importa si lo echaron, si se lo pidieron o si él decidió irse, porque claramente no fue la solución para La Máquina, pero tampoco el principal responsable del desastre en el que está convertido ese equipo desde hace mucho tiempo. 

El cuadro cementero pasó de ser el eterno subcampeón a un cuadro cualquiera que se abandona en la cancha y que está a punto de culminar con cinco torneos consecutivos sin Liguilla, algo verdaderamente impensado para una escuadra que gasta dinero a borbotones. 

El Azul por la malaria conocida se vio obligado a apostar por el perfil ‘anticeleste’ de un entrenador. De esos contestatarios, exóticos, directos y alejados de los comentarios políticos de baja monta y ‘buenas costumbres’ que tanto agradan a una directiva erosionada y oscura como la de La Noria.

Por momentos, Boy parecía haber negociado parte de su personalidad con tal de mantener las aguas internas calmas, intentando de paso convencer a un plantel con su táctica; sin embargo, cuando el río se empezaba a desbordar resurgió el Tomás polémico e incendiario, aquel que juega y disfruta su partido por encima de cualquier otra cosa. Un arma que a veces suele funcionar como distractor para tapar lo verdaderamente importante, hasta que se llega a un punto sin retorno. 

Cierto es, que varias fallas arbitrales durante el torneo sacaron de quicio no sólo a Boy, sino al equipo completo; no obstante, Cruz Azul históricamente en la cancha nunca se recargó en el pretexto arbitral porque su juego y sus formas solían siempre estar por encima de terceros, penosamente eso hace tiempo se terminó. 

Por los pasillos de ese club, en los últimos 20 años han pasado figuras de concreto y otras de papel, estrellas, mediáticos, buenos, regulares, malos y petardos, varios de ésos. Se han retomado viejas fórmulas de éxito, se han buscado nuevas maneras de entender el juego desde la banca, se ha puesto mucho dinero en contrataciones bomba y se ha ganado mucho en negociaciones de segundo y hasta tercer pelo. Promotores hacen y deshacen y más allá de su lucro turbulento, lo fundamental, el campo, la cancha no termina por cuajar. 

Directivos de rango secundario van y vienen, de esos que sirven de parapeto para cortar cabezas cuando la grada habla, pero jamás toman una sola decisión interna. 

Algo mal se ha hecho dentro de un club que trata de convencer a todos los de afuera que lo que hace es siempre lo correcto.  

Tanta mala vibra corre por aquellos aires de ostracismo y cero responsabilidad ante actos propios que el karma los abruma entregando un verbo folclórico para tratar de explicar lo inexplicable, ‘cruzazulear’; porque Cruz Azul siempre tiene una nueva manera, por lo general inverosímil, de seguir perdiendo protagonismo, partidos y credibilidad hacia una afición en su mayoría fiel, pero totalmente ultrajada. 

Boy, la penúltima opción ya no está, no fue la solución buscada dentro de la desesperanza, pero insisto, tampoco se le puede responsabilizar por todo, sería muy fácil y barato llegar a esa conclusión. Tomás terminó siendo sólo otro cómplice más, pero no el principal culpable de algo enraizado.  

Porque ése sabemos desde hace mucho tiempo dónde está, dónde despacha, dónde tiene guardadas las llaves de la institución y mientras no dé un paso al costado parece que las cosas, penosamente para la enorme parcialidad cementera, seguirán igual. 

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