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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Genio descalzo

2015-11-12 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Los pisos son lustrados por miles de pisadas diarias y lucen inmaculados. Difícil imaginar una mancha entre tanta perfección y es que mientras el algodón de los calcetines limpia cada salón y pasillo del colegio, el montón de zapatos con sus suelas inciertas esperan apilados en la orilla de la puerta para volver al protagonismo en cuanto la campana lo indique.

Los libros que leen, los cuadernos que llenan, los desayunos que comen, e incluso el transporte que utilizan para llegar a la escuela, son gratuitos. Van menos horas promedio a clases y no tienen tareas porque se promueven actividades extra escolares como son las culturales o las deportivas. Hasta los 16 años la educación es obligatoria para cada individuo del país y a esa edad ya hablan por lo menos tres idiomas y son capaces de leer hasta cinco distintas lenguas. Así es el sistema educativo finlandés, catalogado como el mejor del mundo, en donde todos los maestros están obligados a tener postgrado si quieren impartir clases a cualquier nivel.

Parece increíble, pero las familias finesas gastan más en comprar nuevas calcetas para sus hijos, ya que está prohibido usar zapatos dentro de las primarias, que útiles escolares.

El gobierno de Finlandia provoca que todos tengan las mismas oportunidades desde la libertad de la enseñanza y el aprendizaje; por ello es casi imposible que algún chamaco en las tardes no tenga tiempo libre para jugar, pintar, bailar o tocar algún instrumento para ampliar su espectro de vida.

Las cosas para Jari no fueron la excepción, estudio por las mañanas y momentos de entretenimiento y deporte en la víspera. Hijo de Olavi, un mediocampista rústico del club Reipas y de Alice, una mediapunta muy hábil del equipo femenino en la misma entidad; desde chico asistió a las gélidas canchas de su ciudad natal Lahti, una población ubicada a 100 kilómetros de Helsinki, que vive bajo la nieve la mitad del año y que jamás rebasa los 22 grados centígrados cuando el verano es benévolo.

“Desde los tres meses mi madre me llevaba a sus entrenamientos. Me tapaba muy bien y me dejaba en una especie de cuna mientras terminaba sus prácticas. Siempre estuve relacionado con el deporte y en especial con el futbol”, le contó a The Guardian.

En Lahti los deportes invernales son el pan de todos los días, sin embargo al único hijo de los Litmanen, le encantaba intercalar el hockey y el futbol. Patinaba con enorme elegancia a tal grado que parecía flotar sobre el hielo. La gente le veía futuro y lo calificaban como el rey de la escarcha. Los días cortos y los vientos inhóspitos apuntaban que era mejor estar en una pista techada divirtiéndose tras un puck, que en un campo duro, quemado e irregular tratando de controlar un balón.

A los 16 años cuando el colegio deja de ser una obligación optó por jugar al futbol y dejar de lado lo que hacía mejor, patinar. “Me dolió bastante abandonar la práctica del hockey pero era hora de que me decidiera por uno de los dos deportes. El elegido trataría de hacerlo mi profesión y el otro mi diversión”.

Todos los días recorría 10 kilómetros en bicicleta para entrenar en el cuadro donde sus padres jugaron y literalmente se conocieron. Al terminar la práctica siempre pedía permiso para quedarse con un balón, deseaba seguir minutos adicionales mejorando su golpeo de pelota.

“Siempre me gustó practicar cosas que hacían otros jugadores, aunque después no las llevara acabo en la cancha porque no eran justamente las que encajaban en mi juego o condiciones, pero siempre tuve jugadores a seguir como Kevin Keegan, Kenny Dalglish o Diego Maradona”, le contó a UEFA.com.

Apenas rebasaba las dos décadas de vida y el opulento Ajax de Holanda lo compró.

Su juego explotó ahí como en ningún otro lado. De lenta apariencia, Litmanen era un camaleón que de pronto sobre volaba el área y aparecía certero para destrozar redes enemigas.

Junto con  Overmars, Seedorf, Davids, los hermanos de Boer, Van der Sar, Blind, Rijkaard, Kanu, Kluivert y Laudrup fue pieza fundamental de la última gran enseñanza que la academia más famosa de los Países Bajos le regaló al balón. El tradicional “toco y me muevo” se potenció a niveles espeluznantes que hicieron campeón de Europa por cuarta vez al equipo que lleva orgulloso el nombre y el perfil del héroe mitológico griego, primo de Aquiles y único guerrero que sin herida alguna, salió bien librado de la Guerra de Troya.

Categoría sublime a la hora de tener la pelota, un adelantado a la jugada, de visión periférica y magnífica precisión. Jari enamoró a un Barcelona en problemas que lo vislumbró como un posible salvador y terminó ahogándose. “En el Ajax aprendí todo, sin embargo en Barcelona pude jugar con dos “Balón de Oro”, Rivaldo y Figo”.

También pasó por el equipo del que siempre fue fanático, el Liverpool, pero las lesiones fuera de la Eredivisie hicieron que en tres años y medio solo pudiera clavar 13 anotaciones; por eso volvió a Holanda y ahí con todo el ‘expertise’ encaminó a los jóvenes Sneijder, Van der Vaart y al Ibrahimovic más natural y dócil que jamás haya existido. “Éramos de diferente generación y aunque afuera del campo no congeniábamos, dentro de la cancha Zlatan era impresionante”, le dijo a De Telegraaf.

Cuando se fue definitivamente del Ajax, los canales de la capital se desbordaron de lágrimas; abandonaba el club el extranjero con más anotaciones en la historia de la institución y el noveno goleador de la lista con 132 anotaciones. Su paso por el Malmö sueco, el Hansa Rostock alemán, el Lahti y el HJK de su país fue muy discreto acorde al tamaño de su leyenda.

“Jugué en seis países, con distintas culturas y formas; en todos lados la pasé muy bien y aunque hubo lesiones aprendí muchas cosas que me hicieron madurar como persona”.

Jari, sabía que quizá jamás jugaría un Mundial o una Eurocopa porque en Finlandia es más fácil conseguir la gloria volando en los saltos de altura invernales, luchando en el hockey sobre hielo, manejando adentro de un Fórmula Uno o recorriendo el planeta en el Mundial de Rally, sin embargo jamás entró en desánimo y nunca dejó de estar. Por eso jugó 137 veces con la 10 de Finlandia y mojó en 32 oportunidades. Pero de qué jugaba el finlandés, de punta o de media punta, en realidad, lo hacía en ambas partes del ataque y cuando llegaba retrasado por los años y las lesiones, tomaba los rebotes para elegantemente asistir a los demás como si se tratara de un mariscal.

Discreto e imperturbable, Litmanen fue un jugador espectáculo desde la producción del silencio; un delantero ‘atrapante’ de diagonales excelsas, de paso cansino y con el cerebro puesto al servicio del equipo. Jari era, levitación pura en los últimos 20 metros de la cancha. Un tipo que sin hacer ruido llegaba de sorpresa. Un jugador que caminaba con los zapatos en la mano para que nadie se diera cuenta de su presencia. Algo así como cuando iba a la primaria y lustraba el suelo del colegio con sus calcetines.

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