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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Güwa

2017-05-11 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Carreras interminables dentro de infinitos campos de futbol madurados por una loma pronunciada con tintes “Himalayescos”, que conforme recorrían sus kilómetros de extensión, circulaban decenas de pensamientos por la mente del protagonista, mismo que a lo lejos vislumbraba la luz en el camino, luminosidad que representaba la inminente proximidad al área rival y ahí era donde llegaba el momento culminante de la escena, cuando todo se podía definir con un impacto descomunal que finalmente frotaba la red o, en el peor de los casos, era la escala para entregar la pelota a un compañero frente a la dura llegada defensiva que, sin pensarlo, generaría un acto circense sin precedentes, que acabaría con cientos de rayas ilustrando la salvaje velocidad que su disparo generó.

Todo esto lo creó mediante el manga, estilo gráfico japonés que se utiliza para concebir animaciones, cuentos o cómics, Yoichi Takahashi, dibujante nipón creador de la famosa Capitán Tsubasa, conocida por estos lares como Súper Campeones, la historia de un joven futbolista local, Oliver Atom, que logra triunfar en el mundo del futbol internacional tras un largo camino que inició en el equipo de su colegio.

La serie tuvo tanto éxito a nivel mundial que se convirtió en sitio de culto para los futboleros de mínimo un par de generaciones, a tal grado que algunos aseguran haber estudiado tanto el cómic que afirman que el terreno de juego medía 18 mil metros y Oliver era capaz de alcanzar una velocidad de 150 kilómetros por hora.

Su creador ante tal hipótesis sólo sonrió y explicó que el campo era de tamaño normal, pero que la estructura de la historia obligaba en cada paso a mezclar los pensamientos del involucrado y el juego en sí, por lo que el factor del tiempo se extendía y hacía volar la imaginación del espectador. 

Pero una de las fuentes de inspiración para desarrollar semejante éxito, fue la irrupción de extranjeros dentro del balompié en la nación del Sol Naciente y la inverosímil aventura de un joven de 15 años llamado Kazuyoshi Miura, que desde Shizuoka, una tarde decidió dejar el colegio ante la negativa de sus padres divorciados, y tras juntar algo de dinero se fue a Brasil, país que según dictaban los anales del balón, sería el lugar justo para mejorar sus habilidades balompédicas. 

“Si bien la idea me vino más por Kempes y Maradona, gracias a las espectaculares jugadas que eran capaces de hacer, no puedo negar que ‘Kazu’ ayudó a moldear la historia de Oliver, por ser el primer japonés en jugar futbol en el extranjero”, mencionó para So Foot, la mente detrás de Súper Campeones. 

Ver asiáticos por Brasil y en especial Nikkeis (japoneses emigrantes), no era nada raro; sin embargo, sí maravillaba ver a uno jugando futbol y, más aún, tocando las puertas de clubes profesionales con la intención de aprender.  

Llegó al humilde Clube Atlético Juventus de la Liga Paulista, se rebuscó un sitio en un club estable hasta que sorpresivamente aterrizó en las inferiores del mítico Santos. 

“Los primeros tres o cuatro meses fueron muy difíciles, llegué sin hablar el idioma, vivía en un cuarto pequeño; me las arreglé para vender cualquier cosa en la calle. Lloré mucho, pensé en abandonar, pero fueron más fuertes mis ganas de mejorar en el futbol las que hicieron que me quedara. Estaba en el equipo de Pelé, no podía desperdiciar la oportunidad”, le contó a Neymar en una entrevista para la televisión japonesa. 

Su velocidad desconcertaba a los reyes de la candecia y el toque al pie; no obstante, ellos lo destrozaban en técnica, visión y sensibilidad por el juego.  

Kazu, caía bien y eso le ayudó para mantenerse dentro de un país generador de talento y muy poco importador de valores. 

Pudo debutar en Primera con el Santos, provocando un estallido mediático en su país y una refrescante irrupción en la tierra verdeamarela. 

Tres goles en 11 partidos fueron determinantes para que el Verdy Kawasaki lo repatriara. 

“Mi paso por Brasil me entregó técnica y tácticas jamás practicadas en Japón. Fue un enorme paso para mí”.

Dejó de ser un mortal y se convirtió en ‘King Kazu’, el rey nipón del juego, el desequilibrio y los goles. Una nueva estrella en el firmamento deportivo asiático dentro de una disciplina alejada de las grandes masas del beisbol, el sumo y otras artes marciales que a los japoneses encandilan. 

Desde Italia, el Génova lo fichó a préstamo y de manera gratuita, debido a que grandes marcas niponas deseaban incursionar en el mercado de la Península, el asunto es que su pase por la Serie A terminó siendo bochornoso, al no poder jamás adaptarse a las recias artimañas defensivas del Calcio.

A pesar de ello, logró anotarle un gol a la Sampdoria, el único que hizo, en el caliente Derby della Lanterna, en honor al viejo faro que vigila al  famoso puerto donde nació Cristóbal Colón.

“Venir a Italia y enfrentar al Inter, Milan y Juventus me hizo entender mi verdadero nivel y mejorar aún más, ya que pude hacerlo contra grandes campeones del futbol”.

Miura se transformó en una esponja de mercadotecnia, su regreso a Japón lo refrendó en el estatus de deidad. Pudo jugar una temporada en Croacia sin fortuna de cara a gol pero cada que retornaba a casa era un huracán futbolístico. 

Durante 10 años fue el máximo goleador de la selección de su país y cuando se pensaba que en Francia 98 formaría parte del plantel tras marcar 14 goles en la eliminatoria, diferencias con los dirigentes y varios jóvenes futbolistas de la escuadra lo dejaron fuera del torneo.

“Hoy sigo soñando con jugar un Mundial, es lo único que no he podido conseguir en mi carrera”, le reveló a Placar. 

Mientras cientos de compañeros suyos fueron colgando los botines, Kazu Miura, gracias a una envidiable capacidad física y acompañada de una terminante disciplina alimenticia, se mantuvo jugando hasta que los récords de longevidad se diluyeron a sus pies. Con 50 años marcó un gol con el Yokohama de la segunda categoría nipona, siendo así el jugador profesional más viejo de la historia en lograrlo. 

“Me siento bien, me sigo divirtiendo, el futbol es mi vida y todavía veo lejos mi retiro”, soltó tras la icónica anotación. 

Kazuyoshi Miura, un letal atacante de cabotaje que fuera de su isla padeció mucho para trascender deportivamente pero que logró escribir una leyenda a su alrededor y sin querer inspirar a millones de jóvenes con su historia de perseverancia y ahínco. 

Por eso Oliver Atom jugó en su colegio, fue seleccionado japonés, viajó a Sao Paulo y pisó Europa, porque su padre intelectual mediante una lapicera lo hizo jugar como Kempes y Maradona, pero también le provocó soñar y viajar sin límites como Kazuyoshi Miura, el legendario futbolista asiático que hoy se mantiene haciendo malabares con el balón por si un día Yoichi Takahashi decide sacar del retiro al mítico Oliver Atom, Capitán Tsubasa, para seguir reescribiendo su fábula (Güwa).

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