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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Hombre araña

2016-09-29 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Sobre la Viale Ungheria, una recta dividida por las vías del tren que terminan en el aeropuerto Linate al oeste de Milán, no existen casas, sólo multifamiliares que fueron construidos en los años 60 para salvaguardar a la clase obrera de la capital de las pasarelas y modelos internacionales con tacos de 15 centímetros de alto. 

Departamentos pequeños que provocan claustrofobia y que invitan a salir constantemente a la calle con tal de respirar, aunque el clima no acompañe o la vida se vuelva un volado por sus veredas.

“Crecí jugando en la cuadra, esquivando coches y los rechinidos de la locomotora; fui feliz, aunque muchos de mis amigos terminaron mal, abrumados por la droga o la delincuencia, de todas formas vuelvo seguido porque ahí sigue viviendo mi hermano Alberto”, lo contó Walter Zenga, un hombre que desde muy joven nunca tuvo miedo a nada y que se curtió como los grandes esquivando tentaciones de todo tipo. 

Alfonso, su padre, quería ser portero profesional, pero las fatigantes horas de trabajo lo orillaron, como es natural, primero a buscar la comida antes que los sueños. Por eso quizá puso todo lo que no pudo ser al servicio de su hijo mayor; a tal grado, fue su obsesión que le cambió la fecha de nacimiento, haciendo un año más ‘viejo’ a su vástago. “En las inferiores del Inter, necesitaba tener 10 años para poder ser registrado y jugar, así que en lugar de decir que había nacido en 1960, dijimos que lo hice en el 59”, esa solución tan ‘italiana’ le funcionó para echar a andar una historia que terminaría con récord de imbatibilidad en un Mundial e idolatría por parte de la mitad de Milán. 

“Mi padre me llevaba a todos lados a jugar futbol, cuando empezaba el juego yo me encendía y mi papá se quedaba pegado a la línea lateral y no decía una sola palabra”, le contó a la Repubblica, casualmente hoy su hijo Jacopo, actual delantero del AC Crema, dice lo mismo de Walter. “Jamás me ha dado un consejo de nada”.

El Inter lo veía como el portero a futuro, pero lo sentían verde, no les bastaba con que jugara en el equipo Primavera (reserva), lo necesitaban probar en otros niveles competitivos en lo que decidían darle salida al mito del arco neroazurro e ídolo de Walter, el veneciano Ivano Bordon, guardameta que defendió durante 13 años la portería del Internazionale. 

La Salernitana, Savona y Sambenedettesse, cuadros de la tercera, cuarta y segunda categorías del Calcio, le hicieron cicatrizar su cuerpo. Arquero sólido bajo los tres postes, de buen ‘achique’, poseedor de una gran visión periférica, reflejos impresionantes, personalidad extrema; sin embargo, era irregular en las salidas por elevación; sabedor de ello, de la posible ventaja que le entregaba a los rivales, Zenga decidió mejorar sus virtudes y no trabajar su defecto, arriesgada apuesta. 

Así tejió una telaraña alrededor de sus brazos que terminaba incrustada en los espacios más recónditos de la portería, transformándose en un ‘hombre araña’, en un humano con sexto sentido para la anticipación del peligro, siendo capaz de balancearse de poste a poste sin discriminación alguna. 

Por eso en cuanto se puso la maglia titular con el escudo del Biscione, incautó los aplausos de la Curva Nord del Giuseppe Meazza, esos que antes le pertenecieron Giuliano Sarti, bicampeón europeo y a Lido Vieri, para muchos el portero más espectacular en la historia de la Serie A.

Zenga con su personalidad abierta y polémica, supo representar con hechos lo que hablaba y se hablaba sobre él.  Un ‘reclamador’ profesional al que los árbitros detestaban dirigirle partidos. 

Fue tercer portero en el Mundial 86 y titular en el 90. Consiguió 518 minutos consecutivos dejando su arco sin gol hasta que Caniggia en las Semifinales lo madrugó con una pelota peinada, dentro de un torneo diseñado exclusivamente para que la poderosa escuadra anfitriona llegara a la Final sólo saliendo de Roma para la penúltima instancia del certamen.

“Jugamos cinco partidos en Roma y no recibimos gol, veníamos impresionantes, el asunto es que fuimos a Nápoles y ahí era tierra de Maradona, que además declaró muy fuerte (Maradona dijo: “Me disgusta que ahora todos les pidan a los napolitanos que sean italianos y que alienten a la Selección, cuando Nápoles fue marginada por el resto de Italia. La han condenado al racismo más injusto”), nos cambió un poco el ambiente y cuando nos sentíamos invencibles sucedió lo impensado”. 

Italia fue derrotada en penales y Zenga, fue el señalado por aquel cabezazo de Caniggia. “Yo no me equivoqué, se anticipó muy bien, fue virtud de él”, insistió sin réplica ante el escarnio público. 

“Después de perder, no lo podíamos creer, estuvimos media hora en el vestidor sin emitir una sola palabra. Ese silencio sepulcral, es el peor ruido escuché en mi vida, era estruendoso y nadie hablaba, no sé cómo explicarlo, sólo quería tener una pistola enfrente y volarme la cabeza. Fue lo peor de mi carrera”, mencionó en Corriere della Sera. 

Los 473 partidos defendiendo el arco interista lo hicieron una leyenda, pero de igual forma los siete años después de aquel partido contra Argentina no dejaron de ser un calvario para el séptimo jugador y el arquero con más presencias en la historia de La Beneamata, que después pasó a la Sampdoria y al Padova, para posteriormente buscar el exilio deportivo en los Estados Unidos. 

“Los americanos tendrán muchos defectos, pero por lo menos no van al estadio a criticar. Me cansé de salir con escolta, de que mis hijos y mi esposa tuvieran guardaespaldas y que la gente me estuviera gritando por donde fuera ‘Argentina, Argentina’”, recapituló para la Gazzetta dello Sport. 

Tras colgar los guantes, Walter, tiene una vida repleta de estadísticas; además de los juegos con el Inter y los cuatro títulos obtenidos ahí; de los minutos sin gol en el Mundial 90, también fue nombrado tres veces el mejor portero del mundo; además como técnico ha entrenado a 16 equipos en siete distintos países; habla cuatro idiomas y tiene cinco hijos en tres matrimonios. 

“Muchos aseguran que soy un playboy, pero están equivocados, porque para serlo no debía haberme casado más”, lanza con sarcasmo.

Walter Zenga, todo un mito ochentero con medias y shorts oscuros, con presencia de Capo, pelo largo, mirada matadora y con porte de estrella de Fellini, que siempre lucía una cadena de oro por afuera de la sudadera que su madre le regaló para protegerlo y que él mordía y besaba con ese instinto hiperactivo tan característico.  Un personaje que sabe su historia y estadísticas de memoria, pero que jamás habla de ellas. 

“No guardo una sola foto, camisa, guante o recuerdo de mi época como jugador. Sé lo que hice, pero jamás doy vuelta atrás para recordar lo que pasó. Agua pasada no mueve molino. Sólo lo hago cuando algún periodista enfadoso me pregunta sobre ello”.  

Así siempre fue de intenso Zenga, el ‘hombre araña’... Pero como alguna vez le preguntaron los dirigentes de el Al-Shaab de los Emiratos Árabes ¿Walter, por qué no se tranquiliza un poco?

“Porque no puedo estar en calma, no ves que soy italiano”.

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