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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Mil goles. Mil Caras

2017-06-22 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Telvio y Tulio, hermanos gemelos de clase acomodada brasileña, buscaban adrenalina y buen futbol alejados de los impecables campos enrejados de su barrio para introducirse en las calles de las favelas de Goiania, con el afán de sentir competencia y crecer junto a los que saben, a aquellos jugadores, que por más niños que fueran en su momento, rescataban pelotas imposibles, debido a la dramática irregularidad de la cancha, aunada a la hambrienta necesidad de triunfo por el simple gusto de querer trascender y también, por qué no, por las vicisitudes que la vida les puso por delante día a día.

Y es que en esas zonas donde las casas se enciman unas a las otras, donde la policía suele no poner pie y los servicios básicos escasean, todo es cuestión de improvisación, incluidas obviamente las cáscaras de los chamacos descalzos que suelen soltar la imaginación y filtrar su espíritu indomable mediante las piernas para gozar detrás de arcaicos balones de futbol. En las favelas para sobrevivir al juego como a la vida, se necesita pensar más rápido y tener mucha habilidad para subsistir, porque además ahí la regla es clara, los goles feos no valen, ley de favela, cuna de cracks (‘crakis’ como suena en portugués).

Marlene, afable educadora, y Mussolini, recio fiscal del Estado, le fomentaron a sus hijos el estudio y el deporte, sobre todo el futbol, donde el padre los llevaba cada 15 días al campo del Vila Nova, uno de los grandes clubes del Campeonato Goiano y acérrimo rival del Goiás Esporte Clube, con el que disputa el Derby do Cerrado. 

Un periodista asiduo a los entrenamientos del Goiás, amigo de la familia, sabía que Tulio, el más tímido de los hermanos, tenía gran capacidad técnica, y decidió llevarlo a probar con el club al que en su casa le dijeron debía detestar. “La verdad no me importó mucho que fuera con Goiás, me habría encantado ir con Vila Nova, pero surgió la oportunidad. Recuerdo que se hacía tarde, nos íbamos a quedar sin luz natural y como éramos demasiados los niños en la práctica, el entrenador hizo dos equipos de 40 jugadores cada uno, lanzó dos balones a la cancha y nos soltó. Yo le di un par de golpes a la bola y con eso fue suficiente para que me citaran al día siguiente para un nuevo filtro”, recordó en Bola da Vez.

Fueron cuatro pruebas las que pasó hasta quedar dentro de las inferiores del club. Tulio era volante ofensivo y durante años jugó ahí; sin embargo, un día no llegó el delantero y aunque su estatura no era digna para un rematador de área, su oportunismo, ligereza y soltura deslumbraron a todos. Hizo dos goles y nunca más salió del frente de ataque. 

Sin saberlo el muchacho de apellidos tan portugueses como lo son Pereira da Costa, estaría arrancando ahí una carrera que terminaría tres décadas después. 

Sus goles en Serie A llegaron a sonar en los grandes mercados brasileños como Río, Sao Paulo, Belo Horizonte y Porto Alegre. Se sabía de la respuesta en corto que tenía un incipiente joven que jugaba en las entrañas de Brasil. Fueron cuatro años con Goiás, dicho sea de paso, ese sería el tramo más extenso de permanencia en club. El París Saint-Germain lo compraría siempre y cuando antes pasara pruebas médicas y futbolísticas, eran tiempos donde los borrosos videos no convencían fácilmente a los dirigentes. “Llegué de mis vacaciones, sin fuerza, no estaba dispuesto a hacer ninguna prueba, pero me obligaron, para colmo me dieron zapatos más chicos el día en que me pusieron a jugar. La verdad me fue muy mal, en París me dijeron que no se haría el pase y entonces alguien del entorno soltó el nombre del Sion en Suiza. Fui para allá, me morí de frío; pasé a un futbol demasiado vertical y de pelotazo, jamás en mi vida corrí tanto como en aquel equipo”, soltó en Tabelando. 

Su gran romance deportivo llegaría entonces con Botafogo, que al repatriarlo lo puso como compañero de Donizete, con quien destrozó a todos y logró el campeonato de Brasil. 

“Una noche le metimos seis goles al América de Río y yo marqué tres, fue ahí que la torcida botafoguense me rebautizó como Tulio Maravilha”; cantando en la grada la canción de Jorge Ben Jor, Filho Maravilha. 

“Tulio Maravilha, nós gostamos de vocé. Tulio Maravilha, faz mais pra gente ver” (“Tulio Maravilha, nos gustas, Tulio Maravilha, haz más cosas para ver”).

1995 fue su mejor año, ya que logró afianzarse con la selección. Hizo 13 goles en 14 partidos vestido de verdeamarelha. El más importante y polémico de su vida fue en la Copa América de Uruguay, en el clásico contra Argentina. El Scratch se quedaba fuera en Cuartos de Final, perdía dos a uno, pero al 81’ un centro pasado de Jorgihno, incendió el área. Tulio se levantó para bajarla de pecho, pero la bola se alargó demasiado y extendió el brazo izquierdo amortiguando la velocidad del esférico con la mano, el árbitro peruano Alberto Tejada, dejó correr la jugada, indicando después que jamás vio infracción, seguido entonces de la salida desesperada de Cristante que no pudo hacer nada ante el picotazo cruzado a las redes por parte del atacante. Empate final, seguido de los penales y la clasificación brasileña. 

Mientras Argentina sufría en carne propia un gol precedido de una mano, Tejada debió cambiar de hotel y de escala para regresar a Lima porque viajaría de regreso por Buenos Aires. “Cuando vi la repetición me quería dar un balazo en la cabeza”, confesó el colegiado ya en su país. 

Por su parte, el nombre de Tulio y su maniobra le dieron la vuelta al mundo. 

“Sí, metí el gol con la mano y ante Argentina se goza mucho”, recuerda con orgullo. 

“Al final del partido los periodistas me decían que si éste era un gol como el de Maradona catalogado como la “Mano de Dios”. Yo sólo les decía que era la “Mano de la Virgen María”, que es la madre de Dios” lanzó aquella gélida noche en tierras uruguayas al mismo tiempo que los dolidos medios argentinos calificaban la mano de Tulio como “La mano del Diablo”.  

Otro momento caliente fue cuando en Copa Libertadores ante la Universidad Católica de Chile, con el resultado a favor de tres por uno, le quedó el cuarto gol en la línea sin marca y ahí decidió parar el esférico, darse la vuelta, levantar la bola y definirla de taco, situación que muchos vieron como una humillación. 

“Se habló mucho que no fui a Santiago porque recibí amenazas, al final no asistí a la vuelta porque estaba lesionado y los médicos lo comprobaron”.

Como si aquellas dos jugadas fueran una maldición, el performance del pícaro atacante se fue alejando de los grandes escenarios. Tulio se convirtió en un jugador volátil y sin cimientos, por ello cambió 37 veces de equipo, visitando 28 diferentes equipos (récord mundial), incluidos el Wilsterman de Bolivia y el Ujpest de Hungría, con la obsesión de cumplir un sueño. Meter mil goles como su ídolo Pelé. 

En su breve paso por el Cruzeiro y al conseguir la marca de 500 anotaciones, a los 31 años sintió la imperante necesidad de duplicar la cifra como fuera.

Se cuidó físicamente como nunca, trabajó la mente y encaró el reto aunque con ligeros recaudos; como el día que con 600 goles en 2003, jugando nuevamente para el Goiás, pero en Serie C, se metieron al campo del Ituiutaba.

“Al medio tiempo entró al vestidor un loco borracho fumando, nos amenazó diciendo que si ganábamos nos mataba a todos. Disparó dos veces al techo y se fue. Todos quedamos impactados, pero muchos lo vieron como motivación para no perder. Ese juego terminó en penales. Todo mundo anotó y a mí me quedó el quinto. ¿Saben lo que sucedió? La fallé. De lo contrario no estaría aquí con ustedes charlando en el estudio”, se ríe ante los panelistas de ESPN Brasil. 

Con el tiempo los equipos y los torneos donde participaba eran peores, pero el destino lo tenía marcado, incluso llegó a ser concejal del gobierno y a pesar de ello nunca dejó de entrenar y de jugar, por más que tuviera que hacer 400 kilómetros todas las tardes para asistir al pueblo donde estaba el diminuto club que lo había contratado. “Lo hice así cuatro meses, después decidí dejar la política para poder cumplir con mi objetivo”. 

Pasó de estadios con 100 mil personas, de jugar en selección brasileña y en clubes de primer nivel, a estar en campos sin alambrado, en equipos sin presupuesto, sin cancha propia, ni proyecto deportivo, para colmo, recorriendo horas y horas en autobús por todo Brasil. 

“Hay que tener un gran trabajo psicológico, uno debe ser muy fuerte mentalmente para poder superar la adversidad, al salir del lujo, del top 5 para ir al ascenso, al origen, al lugar donde todo comenzó”.

Para motivar a sus compañeros llegó a incentivarlos con 50 reales para todo aquel que le diera una asistencia, así que más allá del resultado, ellos querían la plata y Tulio quería los goles. 

El 8 de febrero de 2014, a los 27 minutos, el árbitro de la segunda categoría del Campeonato Mineiro, marcó penal en favor del Araxá. Tulio con 44 años y ante el arquero Fabricio del club Mamoré,  terminó con la historia en las redes, para después ser homenajeado vistiendo una camiseta con el número mil. La liga se estiró tanto que además de jugar con su hermano en Botafogo, también su extenso andar lo hizo compartir cancha incluso con su hijo Tulinho, en el Taboao da Serra de la tercera Paulista. 

“Persistencia, ahínco, nunca bajé los brazos, mucha gente dice que mis mil goles no valen, pero cuando lo logré fue el mismo Pelé que acreditó mi marca. Dijo: “Felicito a Tulio por tener mil goles como Romario y yo”. Para mí la palabra del Rey es la palabra de Dios. Punto”.

Meses después repleto de calma y suelto como lo fue haciendo la popularidad con los años, destacó un detalle que para él quedó claro que no fue menor tras conseguir la heroica suma.  

“Un par de curiosidades me unen además de los mil goles con Romario y Pelé, ya que el día del simbólico gol nuestros equipos vestían en blanco y negro (Vasco, Santos y Araxá); además nuestra anotación mil fue de penal, la diferencia es que Romario y Pelé la tiraron hacia la izquierda y yo a la derecha, porque yo soy diferente, soy único. Soy Tulio Maravilha”.

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