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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

No te mueras nunca

2019-05-09 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Tiene que ser el torneo más importante de clubes del mundo, la Champions League, el que vino a demostrarnos nuevamente que aquella trillada frase de “los partidos hay que jugarlos”, está más viva que nunca.

Si bien es cierto el dinero se ha apoderado del juego y lo ha vuelto un negocio tremendo para que los que más gastan sigan encumbrados entre los mejores, los caprichos de la pelota aparecen de vez en cuando para gracia de un público mucho más escéptico.

Es evidente que ningún club con escasos recursos podrá llegar a instancias definitorias y menos en un torneo como el aristocrático campeonato europeo de monarcas; no obstante, cuando se trata de medir fuerzas y de creer aún en 'imposibles' ante resultados puestos, “voilà” aparece la magia de la Champions.

Lo realizado por un 'copero' Liverpool ante el todopoderoso Barcelona y lo que el Tottenham fue capaz de hacer contra el sorprendente y juvenil Ajax, fueron notas mundiales que refrescaron la credibilidad del trabajo, el esfuerzo y la mentalidad frente al tiempo y las estadísticas.

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Todavía no terminábamos de sorprendernos de los cuatro goles hechos en Anfield por el equipo 'que nunca camina solo' contra un plantel blaugrana que posee para muchos al mejor futbolista del planeta, cuando en Amsterdam un brasileño dio el partido, mejor dicho, los mejores 51 minutos de su carrera deportiva para voltear una eliminatoria inverosímil, dejando desparramada en el césped a la nueva camada holandesa que querrá comerse el mundo vestida de naranja en el futuro a mediano plazo.

Un grande de toda la vida de Inglaterra y un añejo gigante de Londres ahora se disputarán Europa quizá ante la incredulidad de las masas que pedían ver en Madrid el morbo de un Messi ante Cristiano o la de un Barcelona frente a Guardiola o ya dadas las circunstancias, el choque de dos escuelas hechas con el mismo barro como la del Barça y el Ajax.

Pero el valor de dos equipos contra las cuerdas que sacaron el orgullo británico, ese que sólo se forja en medio de una isla, pudo contra los números y el espacio que deja la arena cuando se desliza dramáticamente de un lado al otro del caprichoso reloj de cristal.

No te mueras nunca Champions, por favor te lo pido.

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