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Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

El América: la gloria o el fracaso

2018-02-20 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
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El América no es un equipo frío o caliente. No se va con medias tintas. No entiende el término de la ‘tibieza’. Tampoco lo hacemos aquellos que lo criticamos (para bien o para mal) juego con juego que tiene en el torneo mexicano.

Líder, invicto y cada día jugando mejor. El América sabe, sin embargo, que no ha ganado nada aún y que, a diferencia de otros muchos clubes en su condición, la de ellos, no admite espacio para un titubeo: un subcampeonato es un fracaso para el conjunto de Coapa.

Tras ocho fechas, América no sólo mantiene un paso invencible, también alienta, a su manera, a su muy particular estilo, voces que ya lo señalan como un poderoso candidato al título. Pero… ¡Por favor! ¿Qué hay de nuevo en ello? El América siempre ha sido candidato y yo agregaría gran candidato al título. Lo que pasa es que es un equipo que genera demasiadas pasiones e ilusiones y también hasta cierto ‘miedo’ (en los contrincantes) cuando está bien.

Yo creo que a partir de esta pregunta (¿Cuándo el América dejó de ser candidato?) encontramos la respuesta a qué, en realidad, ha cambiado con respecto a este América. La respuesta es simple: se ha adaptado a los nuevos estándares competitivos del futbol mexicano. Y si quiere una contestación más clara: se ha puesto al nivel de Tigres y Rayados.

Dos ejemplos son contundentes en las últimas semanas: Ante Atlas, en el Estadio Azteca, cuando Miguel Herrera de pronto necesitaba hacer un ajuste y buscar una reacción del equipo, tenía en la banca a Darwin Quintero, a Oribe Peralta, al colombiano Andrés Ibargüen y al ecuatoriano Renato Ibarra. Es decir, tenía alternativas con las que ya cuentan desde hace algunas temporadas entrenadores como Ricardo Ferretti o Antonio Mohamed. Y el domingo, en Veracruz, mostró una alineación que era capaz de hacer rotaciones para prevenir un cansancio físico extremo en su plantilla.

El América de hoy es más robusto, tiene más alternativas, profundidad y peligrosidad. También está claro que los refuerzos tendrán que adaptarse mejor e intervenir más en el juego. El francés Jérémy Ménez está llamado a ser una estrella en la Liga, mientras que Cecilio Domínguez, Renato Ibarra y Carlos Darwin requieren de una mayor regularidad.

América tiene hoy dos delanteros confiables que pueden hacer trabajo juntos, separados y también de forma diferente y con otros compañeros: el veterano Oribe Peralta y el joven Henry Martín. Defensivamente hablando, el equipo azulcrema no desmejoró (como pronosticaban la mayor parte de los expertos) con la salida de Pablo Aguilar. El argentino Víctor Aguilera se ha adaptado maravillosamente bien y dentro del aparato defensivo-ofensivo cada día están mejor Guido Rodríguez y Mateus Uribe. El América va de menos a más y a mucho más.

“Vamos con calma”, pedía Miguel Herrera la semana pasada. Él sabe muy bien que a diferencia de otros equipos (lo vivió recientemente en Tijuana), aquí cuenta tanto el camino como el desenlace. Es decir, de nada le sirve al América una temporada regular extraordinaria, con un paso firme en el liderato y números impresionantes. Lo que requiere hacer es justamente lo que ha hecho el gran club de la época (Tigres), que ha entendido que su paraje más importante está en las finales y es ahí donde se une, se concentra y alcanza sus mayores niveles. El América no puede darse totalmente esos ‘lujos’. Es un equipo que juego a juego es examinado minuciosamente por la crítica, pero comprende que será evaluado de acuerdo a su estatus de campeón o de no campeón.

Mantener el paso sin derrota es un reto interesante para un club que vive constantemente de retos. El sábado, en el Estadio Azteca, ante Tijuana y en la Jornada 10, el Tres de Marzo, en Guadalajara, el Clásico frente a las Chivas. ¿Tendrá fecha de caducidad el invicto americanista? Puede que sí, puede que no, pero lo más importante radica en que esa caducidad no llegue en la Liguilla. De ahí la diferencia entre la gloria y el fracaso para un equipo como el América.

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