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Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

Monstruoso vandalismo

2017-02-21 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
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Algunas escenas dramáticas, aberrantes, inadmisibles que van más allá de la violencia para transformarse en un vandalismo monstruoso, aparecieron el viernes por la noche en las tribunas del campo de futbol del Veracruz. 

Lo que siguió después fue igualmente absurdo: los actores, un futbolista, dos entrenadores y un presidente de club intercambiando acusaciones entre ellos, cuando en realidad lo más trascendente del hecho es el nivel de violencia que ha llegado a los escenarios futbolísticos.. No si Gignac provocó, ni si el Tuca se equivocó, ni si Reinoso reaccionó de forma equivocada, ni si Fidel Kuri no tiene credibilidad para opinar del tema, resulta importante ahora. Lo que tiene que preocuparnos a todos es que el futbol ha sido capaz de propiciar escenas de odio, rencor y de un grado de fanatismo que en sus orígenes no eran parte de este deporte.

La raíz de la violencia en el futbol mexicano no se encuentra en las tribunas de los estadios. Puede que sea un reflejo del México que se ha transformado y que hemos vivido y soportado en los últimos 40 años, pero también ha contado con la clara colaboración de un futbol y de clubes que se han mantenido impávidos mientras el fenómeno avanzaba y se tornaba más grave.

En Veracruz hay muchas cosas inconclusas. La primera tiene que ver con que un presidente de un club siga en funciones a pesar de haber golpeado a un miembro de la Comisión de Árbitros. Desde ahí, empezamos mal. Luego el tema parece, para no variar en Veracruz, politizado, lleno de señales de que no existía la seguridad apropiada en el estadio por un asunto de intereses políticos. He ahí el problema de mezclar al futbol con la política. Después, la verdad, yo creo en el delantero francés de Tigres, André-Pierre Gignac; no puede ser señalado como el culpable de detonar la gresca, más allá de que haya ido o no a provocar al público. Enseguida, lo de Ricardo Ferretti me parece fuera de cualquier juicio. El entrenador de Tigres fue a defender lo que cualquier ser humano hubiese defendido: la integridad de las personas. Correcto: puede ser que Ferretti, al calor de las cosas, haya soltado algunas palabras que estaban ‘fuera de sitio’, pero el Tuca hizo lo que socialmente no ha hecho ningún entrenador de México: ir a defender a otros seres humanos. No olvidemos el fondo del tema. Cualquier otro entrenador se hubiera llevado a sus jugadores al vestidor y adiós, sin importarle lo que sucediera a su alrededor.

El principal culpable de lo que vimos en Veracruz ha sido el propio futbol mexicano. Por años, los clubes no sólo han ignorado el crecimiento de la violencia, lo han fomentado a través de sus apoyos a los grupos de animación más radicales: boletos, ayudas económicas, ropa, comida, en algunos casos hasta como si fueran “grupos de choque” para eventualmente ser utilizados en otro tipo de empresas, cometidos e intereses.

El balón está, como siempre, en los pies de los dirigentes. Decio de María y Enrique Bonilla tienen ahora “la palabra”.  Una sanción ejemplar, trascendente, histórica, marcaría un precedente. Un par de juegos y una multa calculada en salarios mínimos sería como “lavarse las manos” y dejar que el tema continúe. Es tiempo de actuar. Siempre ha sido tema de actuar, porque si no lo hacen nuestros “ilustres” federativos, lo tendrán que hacer los futbolistas y los entrenadores como sucedió el viernes por la noche en Veracruz.

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