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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

América, despojado

2018-03-04 | FELIPE MORALES
FELIPE MORALES
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El Clásico transcurrió entre una promesa y una deuda, entre un ciclónico inicio y un desgastado final. No hay quien sostenga la intensidad tantas veces, durante tanto tiempo. Y así, como tallado con un algodón, el color avivado del Chivas vs. América se difuminó hasta esconderse en un recuerdo en sepia, decorado por una falla arbitral. 

Cecilio Domínguez fue despojado del gol y el América del superliderato por la miopía de Fernando Guerrero y su asistente. El paraguayo había arrancado en posición lícita y había cruzado su disparo hacia la fama y los autógrafos del lunes, pero sonó el silbato con el agudo timbre de la imprecisión. 

Pero el Clásico, además de las pifias arbitrales, tuvo sus destellos desde lo futbolístico, mucho por el ejercicio de las voluntades uniformadas, propias de estas citas, perfumadas con compromiso. El Clásico demostró, una vez más, que se juega con un balón por delante y un pueblo por detrás. 

Entonces, como hace tiempo el Guadalajara entendió que la carrera en el torneo no sería de velocidad, sino de resistencia, decidió apretar al pasado en un puño. Ayer jugó en el presente y hoy se desvanece en el ayer. Se supo al final que sus probabilidades de Liguilla solían ser…

Pero el Rebaño jugó corriendo y corrió pensando. Hasta que el talento de Eduardo López le bajó con la cabeza un globo aerostático, en forma de balón, a un entrometido José de Jesús Godínez, que pisó el área con el cartel de héroe inesperado e hizo el gol de su vida, para toda la vida. 

Godínez pateó al arco con la pierna izquierda hacia el ángulo derecho, con el dinamismo de los jóvenes que tienen prisa de triunfo. Iba festejando, con el corazón en el empeine, antes de que la pelota atravesara la línea. Era el tanto de la resurrección prometida. Era la red, que olía a alegría. 

Pero en estas tramas tan tensas, siempre existen un Oribe Peralta y su incombustible manera de trascender en momentos cumbre. El ‘Cepillo’ controló de espaldas a la portería, le contó una mentira a la cadera de Oswaldo Alanís y, de media vuelta, disparó de zurda hacia lo más inalcanzable del palo izquierdo. Fue un gol de entrenamiento, hecho oficial. 

Así, las Águilas anidaban cómodamente en la casa del Rebaño. Ibarra desbordaba hasta a sus agujetas; Guido Rodríguez era una brújula con piernas; Agustín Marchesín, un magneto con guantes; Mateus Uribe, un compás de círculos perfectos. Chivas, en tanto, es la recuperación de la memoria; el atrevido engaño consumido, a veces en la desconfianza. El desarrollo juvenil. La responsabilidad adulta. 

Como la disparidad entre ambos equipos no sabe chutar, el Clásico Nacional fue el aviso reiterado de que la pelota salta para cualquier parte. Y ayer botó entretenida para los dos lados, aunque el astigmatismo arbitral haya hecho que se inclinara hacia el nuevo superlíder Santos, en una noche de despojos…

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