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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Giovinco desquició al América a la italiana

2018-04-04 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Giovinco es como una aguja que corta el cristal. Pesa lo que un niño de 14 años y piensa como un sabio de barbas largas y libros empolvados. Es como si la pelota llevara cosida un hilo invisible desde su 1.63 de altura hasta el pasto. Un genio en acción que decide en medio de una tormenta de ideas y que desquició a un América, que perdió 3-1 ante un Toronto, a la italiana. 

El ’10’ fue todo lo que los defensas no quieren enfrentar. O lo que Edson Álvarez nunca pudo frenar. Sólo con un penal. Cada vez que lo encaraba, el mexicano entraba en un laberinto de perfiles sin salida; cuando Edson iba a la izquierda, Giovinco galopaba hacia la derecha y cuando regresaba, Edson apenas iba. Por eso le cometió una falta de piernas largas, que fue tan dudosa para algunos como clara para otros.

Tan inexistente desde la óptica azulcrema, que Agustín Marchesín le pedía a la ‘Hormiga Atómica’ que pateara hacia afuera, como acto de Fair Play, que no apareció, porque no tenía por qué aparecer…

Y entonces, Giovinco, con su frágil apariencia, mostró con el balón toda su fuerza. Cobró al centro y por debajo. El bluf de su cuerpo de niño le contó una mentira al destino. Y Toronto ganaba, abrazado a su pequeño gran ídolo.

Pero Andrés Ibargüen se contagió de habilidad y en un radio de tres metros, esfumó a tres oponentes. Con el deleite del cuerpo, se descubrió tan solo dentro del área que fulminó con un disparo, que pasó por encima del esfuerzo del portero…

Era uno de estos juegos de barro, lluvia y lodo. De neblina, focos empañados, gritos con vapores de rivalidad y campos desbaratados en el asombro y en la contundencia de Jozy Altidore, el tractor con piernas, que empuja y gobierna. El delantero se sacó la marca de Bruno Valdéz y disparó cruzado, como si fuera su última vez. A la red aún le duelen sus nudos…

Entonces, las Águilas se pasmaron. Corrieron detrás de la pelota con la fatiga de quien va a la escuela cuando quiere estar en la cama, en un día nublado. Y Toronto no tuvo tiempo de escaparse de la realidad; en cambio, la mejoró con una anotación, provista de una triangulación, subrayada por Ashtone Morgan.

De esa manera, el América fue ese cristal tocado por una sutil aguja. A las Águilas se le descubrió punto flaco: el de un italiano de apellido Giovinco, que corta como lo hace una hoja de papel afilada…

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