opinion.felipe-morales.la-pluma-de-don-andres
Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

La pluma de Don Andrés

2018-04-27 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
Comparte en:
Contenido Patrocinado

I

Y se apagó la vela, como cuando se le sopla al viento y se lleva también al fuego, en una mesa entre cenizas consumidas por el tiempo y la paciencia, entre libros, papeles y carpetas…

Se levantó el escritor de su asiento para pasear al perro, después de tanto verso. Después de tanto, necesitó una pausa para poner en orden su ideas. Para ponerlas más en orden, para no entumirse…

Y el estudio quedó vacío, con una luz de temperatura caliente, que indicó un hueco: el del tiempo, que nos contó que en ese estudio de pasto algo estaba pasando. Que algo sucedió. Que pasó por siempre, que siempre pasará…

Y desde afuera, desde la curiosidad del asomo por la ventana en forma de grada, se observó la música y se escucharon las letras. Se sabe, con la bufanda del Barcelona apretada en un puño, que aunque algo se detuvo, no parará nunca.

Y la lluvia, que le cae de la cortina de los párpados, también empaña el cristal e impide seguir viendo el lugar de los secretos, donde Don Andrés se inspiraba..

II

Y el poeta, Don Andrés, volvió del paseo por las nubes blaugranas y después de quitarse la chamarra mojada de aplausos, regresó a su escritorio, mientras su mejor amigo resopló agradecimiento y se acostó al lado de sus pies…

Don Andrés está de nuevo ahí, en puertas de lo desconocido, ante el papel que ha de escribir en chino, en la boca de la hoja en blanco, que ha de dominar con sus tinta y su pluma y sus poéticas improvisaciones en otro idioma, en uno más lejano, pero igual de redondo...

Y empieza a ponerle párrafos al encargo millonario de Oriente, como desprendimiento de la creatividad de la mente. Don Andrés siempre escribió sin pensar. Pensaba escribiendo…

Y se levanta el polvo cuando recuerda algún pasaje traspapelado en la memoria que puede incrustarle a su nueva obra.

Don Andrés lee mucho, consulta, recuerda, indaga, investiga, burla, dispara, anota, festeja. Todo como parte de la seducción de la muñeca, que le amarra un bolígrafo, que le ata un balón al pie…

Nunca supo cómo lo hacía. Don Andrés solo escribía y escribía, entre el humo frágil que se evapora en el reflejo de la luz en el viento.

Don Andrés tiene una pared que brilla: una librería. Trofeos de papel. Libros que se besan. Copas que se leen y que nos cuentan el ayer. Don Andrés es coleccionista de anécdotas, que dieron vueltas olímpicas y se ordenaron alfabéticamente, en la abstracción de los trucos de la memoria.

Siempre estarán ahí para ser consultados.

III

Don Andrés tiene una prisa encubierta. Siempre la tuvo. Una falsa lentitud para escribir. Era rápido de mente, aunque el cuerpo pasara por un café y se detuviera a charlar con los vecinos.

Pero cuando tomaba el bolígrafo, se le veía en trance, como hipnotizado por la aceleración de las manos, que pulsan las teclas y por la hiperactividad de los pies que siempre tocan la correcta.

Don Andrés fue venganza del pie sobre la mano, porque para ser un hombre de bata larga y barbas largas, escribió muy bien con el empeine. Fue futbol prosa, convertido en verso. El a-b-c  transformado en lenguaje.

Y la vida, como el futbol, como la escritura, como el arte, como el día y la noche, respira ciclos.

Lo que se veía como normal, ya no se ve como antes.

Lo que se había escrito, se borró, se mejoró, se corrigió, se aumentó, se lamentó. Porque hay logros que duelen, como acabar un libro.

Don Andrés ya no tenía espacio para escribir más. Jugaba la nostalgia, se expresaban las ganas de ser más joven, de ser por siempre, de siempre ser...

IV

Han pasado largos días, eternas noches de decisiones, de textos enmarcados.

El cachorro le hace un guiño a Don Andrés.

Es momento de sacarlo a pasear otra vez.

Es solo una pausa para corregir la posición, para no acomodarse tanto, para estirar las piernas, para sentirse más útil, para recobrar fuerzas, motivaciones, para después seguir escribiendo...

Don Andrés se levanta, busca las llaves, se pone la chamarra con el 8 en la espalda y, sin saber que el viaje será más largo, sale rumbo a China, con el infinito en la pijama…

Contenido Patrocinado