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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

La Volpe siempre gana, aunque pierda

2017-05-09 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Ricardo La Volpe siempre camina como si alguien le viniera sosteniendo la espalda. Erguido, espigado, seguro, argentino. Antes el bigote le olía a tabaco y a cafeína, hoy tiene un aroma oxidado con un perfume de fracaso.

Tomarse una taza de café con Ricardo es algo muy cercano a una tarde de pelota en estado puro. Sabe a alguna ventana rota, a dos ladrillos como portería y tiene mucho de algún juego a muerte súbita en las ‘coladeritas’.

La Volpe sabe mucho de futbol. Lo que se desconoce es si logra transmitirlo con la misma vocación con la que escupe sin querer en la sobremesa,  mientras cruza la pierna para manotear y contradecir algún concepto táctico que no le parezca. 

Alguna vez me tomé tres horas de futbol, con dos de azúcar de anécdotas con Ricardo. Nos vimos en el lobby del Hotel Intercontinental y el tiempo parecía insuficiente. 

Es como subirse a una montaña rusa. Es una experiencia fugazmente memorable. Nítida. Cargada de contenido. 

Aunque fuera en una charla de martes nublado en un hotel, Ricardo saca las pizarras, los plumones y los conos imaginarios para tocar la pelota en un infinito trance de preguntas y respuestas…

Cuestiona, expone, gesticula, escucha, revira. No se convence. Siempre gana, aunque pierda. Y si empata, también vence, descansado en su verso. En su idea, esa misma que se evaporó en el América. 

A La Volpe le encanta ser escuchado. Y sus futbolistas dejaron de oírlo.

Por eso se le arrima al joven. A través de los años, entendió que le acomoda más el paternalismo futbolístico, como al abuelo le place comprarle un helado al nieto en una tarde de paseo de domingo.

Pero lo de Ricardo fue todo menos un paseo por Coapa. 

Se hizo más viejo, porque está comprobado que cuando te traicionas, por la causa que sea, se te quiebra algo por dentro.

En todo caso un resultado jugando mal tiene mucho de un abrazo viendo a otra parte. Un ganar como sea es la falsa adaptación al futbol de las piernas sobre las ideas. Y La Volpe se quedó sin ellas. O si es que las tuvo, nunca germinaron en un vestidor proclive a la autogestión.

Diego Lainez y Édson Álvarez son los herederos de quien, como en una comida en la que no conoce a nadie, platica con los cocineros.

Ricardo La Volpe se encuentra cada día más cerca de ser un hilo, que una marioneta; es tan buen formador como lo son las propiedades diuréticas del agua de jamaica. Es solo que no se ha enterado de que su futuro en esa esfera le pertenece desde antier y puede ser su hábitat natural por siempre.

Lo que es un hecho comprobado es que su taza nunca se enfría. Su filosofía ofensiva espera las mismas noticias…

La vida y el futbol saben mejor con café. Desde ahora lo sabe su nueva rutina.

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