A los merengues les queda ampliar espacio en las vitrinas

Un Real Madrid, en estado de gracia, gana la Supercopa de España, porque no es casualidad que planeación rime con consolidación. El Barcelona, náufrago de proyecto, no sostiene ni su presente, se abraza a su pasado y suspira por un mejor futuro. El Barça hoy sigue los rastros; el Madrid enseña el camino… 

El Barcelona es la duda de hielo de Ter Stegen, las piernas largas de marioneta enredada de Piqué, la parsimonia de Umtiti, el semáforo en rojo, como prohibición de algún desplante veloz de Jordi Alba y la inmisericorde forma que encontró el tiempo de transcurrir en el recuerdo de Mascherano. 

Es Busquets pidiéndole explicaciones a su directiva hablando sin los pies; la improvisación de Sergi Roberto como explorador sin cantimplora ni brújula en el medio campo, que sitúa a Rákitic como responsable y ejecutor de anémicos embates por derecha, ante un Messi huérfano de sociedades  y un Luis Suárez desesperadamente solitario como un faraón sin abanicos.

El Barça es la frágil planificación de su directiva contagiada a sus marines. Es también lo que ya no es. Es la ausencia de Neymar, que mejor se fue…

Pero el Real Madrid fue todo lo que el Barcelona no pudo ser. Cerró los ojos y jugó de memoria desde los pies de confeti de Asensio y sus envíos a gol kilométricos; como en el duelo de Ida, el joven merengue levantó la cara, disparó de izquierda y el balón entendió que en su trayecto debía escribir una ’S’, que en el aire debía ser entendida como sólida y seca…

Así se movió la red. Con una hoja deshidratada, como metáfora perfecta del futbol blaugrana, porque el Madrid no podía ser más dueño del otro partido: del moral, que también sabe chutar.

Lo confirmó Karim Benzema con un giro en el área chica, que no supo terminar de otra forma mas que clavado como un cuchillo frío en el pecho enemigo…

Valverde, y su carisma de cenicero, le rinden tributo a la estampa elocuentemente elegante de Zinedine Zidane, que gana todo lo que juega; mientras uno construye un castillo en el aire, el otro se asoma con una copa para su blanco pueblo desde su imperio…

El Barcelona perdió aún con Messi en la cancha; al Real Madrid le bastó con Cristiano Ronaldo en la grada. La nostalgia se asoma. La temporada culé aún no empieza y ya ha sido tormentosa. A los merengues les queda ampliar el espacio en las vitrinas, porque, a este ritmo, las copas por ganar tienen prisa…