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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Un campeonato de Chivas paraliza a un país

2017-05-29 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Un campeonato de Chivas tiene mucho de sismo. Paraliza a un país. O a su mayoría futbolística. Nadie es ajeno a un triunfo mexicano. Mucho menos en México…

Dos campeonatos del Guadalajara abonan a la conversación. La conquista de la Liga y la Copa estremecen a una nación que lleva cosido un hilo invisible a un balón. Nadie esquiva una charla de sobremesa con dos trofeos y dos de azúcar.

Desde su condición de equipo popularmente ganador y ganadoramente popular, abrazado a la ponderación del talento mexicano, el Rebaño se confirma como el equipo más ganador de la historia del balompié nacional, con 38 títulos  en todas las categorías, uno más que el América, en una prueba inequívoca de que a la pelota le gustan las tradiciones.

Tigres, en cambio, tuvo el sueño ataviado con grandeza y fue consumido por las voraces sombras del ego difuso e inflamado de quien pierde, pero no sabe perder, porque casi nunca pierde…

Las aspiraciones felinas no fueron paralelas a sus códigos de equipo derrotado, que se niegan a presenciar las ceremonias del caído, como Andre Pierre Gignac.

Javier Aquino y Edu Vargas reafirmaron que la derrota solo tiene propiedades que empeoran con jaloneos con Enrique Bonilla, al no quererse colgar la medalla de los segundos mejores méritos. El triunfo ya había olido su mala manera de caer y evitó su soberbia manera de ganar.

Un penalti de último minuto sobre Ismael Sosa pudo ser el recurso de quien se apega a la rabia, antes que al reconocimiento del rival, pero Chivas hizo del futbol, un velocímetro acelerado hacia las pistas de la trascendencia. Casi once años después, se escribe Campeón y se pronuncia Guadalajara.

Chivas es desde ahora el recuerdo iluminado del gol bíblico de Alan Pulido, la sonrisa del gafete de capitán amarrado del brazo de Carlos Salcido y su copa elevada.

Es una peculiar mueca de satisfacción de Matías Almeyda, el líder positivo, el espejo en el que se miran los demás, que transmite humildad y desactiva eventuales reacciones de envidia, ante su extraordinaria acumulación de méritos en un contexto cultural antropológicamente proclive a los celos, según el Método Guardiola.

Y entonces, la dama de plata besó el cielo y después la cancha. Reposada en el pasto, observó un agradecimiento con contornos de oración y lágrimas. Como nadie rehuye a la esperanza consumada en los milagros, los futbolistas del Guadalajara se abrazaron hincados.

En ese instante, y para siempre, se entendieron como afortunados. El equipo más ganador de México había acabado. El futbol y la fe habían hecho su trabajo...

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