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Opinión

Francotirador

Nadie como El Francotirador. Cual superhéroe, guarda celosamente su identidad para obtener la información que nadie se atreve a contar.

Estaban distraídos por andar de fiesteros

2017-05-29 | El Francotirador
EL FRANCOTIRADOR
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Como bien se imaginarán, queridos Francolibers, mi presencia no podía faltar en la Gran Final del futbol mexicano, así que de paso aproveché para traerles información de primera mano de lo sucedido.    

Me arranco con esta perlita que me contaron cuando iba pisando tierras tapatías. Resulta que tooodo el plantel de los Ti-gue-res traía un problemón entre manos que los tenía un tanto desconcentrados de la Final, y la verdad, no era para menos, pues resulta que días previos al duelo decisivo ante el Rebaño Sagrado, los jugadores felinos decidieron autofestejarse por su buen torneo y se organizaron un pachangón de aquellos, donde invitaron a algunas chicas de la vida alegre. 

Me diiicen que la fiesta estaba con todo, ya saben, risas por aquí y toqueteo por allá, peeero de la nada les calló un quitarrisas a los felinos, pues no contaban con que sus señoras esposas les iban a caer en plena movida, lo que originó un tremendo zafarrancho en el lugar de la fiesta, al grado de que tuvieron que intervenir elementos de seguridad del lugar para calmar las aguas. Como bien se imaginarán, los casados del plantel se metieron en un problemón de aquellos por andar de ‘ojo alegres’ y todo esto repercutió en su accionar en la cancha. ¡Ah, pero quién los manda! 

Presumió su ‘elegante’ español tras perder

Después del papelón que se aventó ayer mi brother, André-Pierre Gignac, me queda claro que no está acostumbrado a la derrota, pues no sólo desairó a la Liga MX al no salir por su medalla de subcampeón durante la premiación, sino que también sacó a relucir su mejor español para lanzar insultos a diestra y siniestra durante el partido de ayer. 

Y es que Gignac insultó hasta la saciedad al silbante Luis Enrique Santander, pues de hijo de pu... no lo bajaba, eso sí, el nazareno se esperó hasta la ofensa mil para mostrarle tímidamente la tarjeta amarilla al galo. Pero si usted, querido lector, cree que el árbitro fue el único en escuchar los improperios del ariete, está muy equivocado, porque Gignac se desgañitaba con los aficionados tapatíos cada vez que se acercaba a las bandas, aunque debo informar, que ahí sí, los insultos eran recíprocos.  

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