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Opinión

Jose Luis Caballero Leal

Aquí encontrará un análisis crítico y actual sobre los principales acontecimientos políticos y sociales de México y el mundo desde la óptica de un ciudadano

República Bananera

2018-11-02 | JOSÉ LUIS CABALLERO LEAL
JOSÉ LUIS CABALLERO LEAL
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“No seré florero de nadie, no vengo a adornar ninguna mesa”, vengo a gobernar a México y a implementar la Cuarta Transformación, que dicho sea de paso, consiste, según el propio López Obrador, en dar continuidad a los proyectos de cambio emprendidos por José María Morelos y Pavón, Benito Juárez y el General Lázaro Cárdenas, a quienes AMLO les profesa una ciega admiración. El futuro mandatario de México se ha propuesto como meta, ser el mejor presidente que jamás haya tenido este país, pero los pasos iniciales que ha dado, aún sin haber protestado el cargo, no se acercan, ni remotamente, a las aspiraciones por éste expresadas.

López Obrador no es un hombre de leyes y la observancia del estado de derecho le representa un incómodo obstáculo al que no está dispuesto a quedar sujeto, si, para la ejecución o realización de los planes y/o proyectos que tiene en mente, la Constitución o las leyes que de ella emanan, dicen lo contrario. La reciente consulta practicada para simular la suerte del proyecto aeroportuario del país, cuya decisión el propio López Obrador tomó hace muchos meses, a la que ilusamente le otorgó una condición vinculante (obligatoria), resultó violatoria de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y de la Ley Federal de Consulta Popular a las que bajo ninguna circunstancia decidió quedar sujeto. Anticipando que muchas de sus decisiones se tomarán empleando esta figura, para cuya validez se requiere cuando menos la participación del 40% de los votantes inscritos en el Padrón Electoral, y que la misma sea practicada por el Instituto Nacional Electoral con el dictamen aprobado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en breve se presentará la iniciativa de reforma constitucional y a la ley reglamentaria para acomodar el procedimiento de la manera que a AMLO mejor le acomode para los fines perseguidos. El resultado de la consulta del aeropuerto tiene la misma validez que el mandato virtual que López Obrador ejerció cuando se autonombró presidente legítimo de México en el año 2006. En una inaudita declaración publicada en Twitter por John Ackerman, esposo de quien será la Secretaria de la Función Pública, y uno de los más férreos e iracundos defensores de AMLO, señaló que “como constitucionalista (sic) veo que la falta de fundamento constitucional y legal es precisamente el gran valor de la #ConsultaNAIM”.

No obstante la incuestionable legitimación que AMLO adquirió producto de la reciente elección presidencial, le siguió pareciendo necesario mandar un mensaje del tono y estilo de poder político que ejercerá sobre el poder económico, controlado históricamente en este país por sólo unos cuantos privilegiados. “No seré florero de nadie” afirmó en un video ampliamente difundido, en donde convenientemente aparece en primer plano un libro intitulado “¿Quién manda aquí? Pero en este arrebato de poder y soberbia, dinamitó el proyecto de infraestructura más importante emprendido en el país en décadas, ignorando las múltiples voces que anticipaban importantes consecuencias no sólo económicas para el país, sino de credibilidad e imagen de sus instituciones.

Durante el mes de octubre el peso se deslizó, depreció o devaluó (escoja usted) un 8%. La pérdida de valor de las acciones más representativas de la Bolsa Mexica de Valores alcanzó, en sólo 48 horas, más de veintidós mil millones de dólares, cantidad suficiente para pagar dos veces el aeropuerto entero de Texcoco. La calificación de Fitch Ratings y de Morgan Stanley respecto de la deuda soberana de México se redujo de estable a “negativa”, y la opinión de la comunidad financiera internacional fue unánime en considerar que el estatus de México se redujo al de un país Bananero. En sólo una semana AMLO y su equipo de asesores pulverizaron la credibilidad de un régimen que aún no asume el poder. “Es difícil imaginar una forma más estúpida o peligrosa de tomar decisiones que sometiéndolas a su aprobación a las manos de personas que no pagarán ningún precio por tomarlas incorrectamente”. Thomas Sowell.

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