Vivimos un juego memorable

A seis meses de su partida, extraño demasiado a mi padre, quien además de enseñarme el amor al deporte, me enseñó siempre a ser agradecido, y con eso quiero empezar mi columna hoy.

Quiero agradecer a Dios, a la vida, a mi esposa e hijos, a RÉCORD, a Carlos Ponce, director del diario, a Paco Sánchez y toda la redacción, a todos mis lectores y amigos, lo que viví el día de ayer en el  NRG de Houston. 

Es muy difícil describirlo en palabras, quizá imposible, pero estoy muy agradecido y bendecido por tener la oportunidad de hacer lo que me gusta y lo que de niño en infinidad de veces soñé hacer. 

Agradecido de haber encontrado la manera de compartirlo con ustedes, de ser sus ojos y transmitirles lo que se vive a la distancia, de poder ser el guía que los lleve de la mano a la distancia y vivir estas experiencias juntos. 

Los Patriotas nos dieron una gran lección de vida en Houston, no se veía la manera de que pudieran darle vuelta a un juego perdiendo por 25 puntos ante la mejor ofensiva de la NFL. Habían sido aplanados durante 54 minutos de juego, pero era cuestión de una jugada para cambiar el rumbo del partido y esa jugada fue la de Dont’a Hightower, que sabía que tenían que mover el momento y la balanza del partido y le llegó a Ryan como un rayo incontenible. 

El manejo de juego de Dan Quinn deja mucho que desear, no sólo en esa serie ofensiva, también en la que Atlanta podía matar el partido con un gol de campo tras la recepción de Julio Jones. 

Pero hay que saber reconocer el alma y espíritu ganador de un equipo como los Patriotas que, pareciendo imposible, regresaron al juego, lo empataron y lo ganaron en tiempo extra. 

Gracias, Houston, fuiste una sede espectacular; gracias a la vida por regalarnos un partido memorable, tan memorable que los siete meses sin NFL serán más sencillos de sobrellevar con el recuerdo del mejor Super Bowl.