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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Mentes brillantes

2017-05-23 | Luis García
LUIS GARCíA
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En un deporte colectivo como el futbol en donde convergen múltiples voluntades, las cuales poseen diversos intereses, destacar de manera individual no es un tópico de menor importancia.     

Por el natural concurso del juego y la pelota, las intenciones particulares sucumben ante las prioridades colectivas, pero siempre se necesitan caciques que icen la bandera, entonen el grito de guerra y señalen el camino a seguir para buscar trascendencia.   

Y es aquí en donde de cara a la Gran Final entre Tigres y Chivas encuentro con relativa facilidad quiénes son, y serán, esos comandantes de cada bando.    

Si revisamos con calma la plantilla de ambos clubes nos toparemos con superlativa calidad. Del lado de Tigres existe una poderosa fusión de calidad con cantidad, combinación en la que el Guadalajara es más recatado.  

El diverso abanico de posibilidades que posee Tigres para confeccionar su once inicial raya en lo extravagante, conseguir un sitio en tan dignataria formación titular implica casi un doctorado.      

En cambio, Chivas cuenta con un plantel menos vasto, el cual con suma maestría tú, Matías Almeyda, has propagado en todos los estratos, sin olvidar las constantes lesiones de medulares personajes que han hecho el sendero aún más empedrado.     

Regresando a esos hombres que comandan la ideología de su entidad, y que son oriunda referencia de compañeros y rivales, tú, Guido Pizarro, eres quien sostiene el lábaro tigre, y tú, Orbelín  Pineda, quien lo hace para la filiación chiva.  

Empiezo contigo, Guido. Por tu sabiduría, tu función es la de un todólogo, y eso que no creo en esos entes que pretenden atender tantas funciones que terminan por mal cumplir todas.     

Tú proscribes dicha conjetura, tú todo lo haces bien, y lo haces hermoso. El partido que te mandaste en la Vuelta en Tijuana fue una pieza de museo, y de los museos rimbombantes. Usando el sarcasmo que caracteriza a mi compadre Christian Martinoli, durante la transmisión obvió tu nombre y apellido, y se refirió a ti como: ‘Está en todos lados’; absoluta verdad, ya que por momentos pareció que había tres Guidos Pizarros en la cancha.   

Al inicio del partido jugando en tu habitual posición de mediocampista, la pelota fluyó con total libertad, fuiste como siempre la primera opción de tus compañeros para hacer que el balón viviera feliz, y vaya que lo hiciste gozar.  

Cuando se vino la marejada de Xolos, Ricardo Ferretti te pidió retrasaras tu demarcación para jugar como líbero, pero por delante de Hugo Ayala y Juninho, santo remedio. Empezaste a mandar desde un nuevo puesto, y se notó.   

Otra vez expusiste con virtuosismo que no sólo eres un artista cuando de respetar y cuidar la pelota se trata, sino que posees una envidiable lectura de juego que te hace estar segundos y minutos antes que los demás en el lugar indicado para solucionar los galimatías. Y por si faltaba algo, arrancando el segundo tiempo decidiste pegar una despavorida corretiza con la redonda atada al botín que concluyó con la falta y expulsión de tu tocayo Guido Rodríguez; con esa jugada sentenciaste la eliminatoria.  

Hace algunos meses que tuve chance de estar en el predio de los Tigres charlé con Memo Orta, tu preparador físico, y me habló de tu notable fortaleza mental y emocional, me confesó que tú, junto con otros hombres que llevan varios años bajo el proyecto de la UANL, son los cimientos y corazón de dicho club. 

A todas estas justas loas, le agregaría que no sólo eres el corazón, también eres el cerebro de tu equipo.   

Lo tuyo, Orbelín, también es mayúsculo, y lo es por tu precaria edad. Eres jefe de tu tropa y lo haces sin pretensión alguna, sencillamente tu esencia te lo demanda y tú cumples con tales requisiciones.     

No suelo aplaudir a los futbolistas que sólo corren con la idea de sufragar otras limitantes, pero lo que tú corres es absurdo, pero a diferencia de otros, tú unificas el correr, el pensar y las buenas ejecuciones, lo que te convierte en una deidad.  

Por las frecuentes caídas de tus amigos por laceraciones te has obligado aún más a ejercer de mandamás, la posición que ocupas en el campo te socorre, ya que dada la brutal cantidad de kilómetros que recorres tienes que ver con todos tus compañeros.   

Manejas los ritmos y velocidades como un sabiondo maestro de orquesta, cuando todo va rápido, tú acudes a la cadencia, y cuando la cosa es lenta y aburrida, tú decides ser electrizante.  

Otra de tus capitales probidades es el tiro a gol, es parte de tu genética, lo intentas de todos los rincones y formas posibles, procesas con suma velocidad y precisión lo que sucede durante el juego, por lo que difícilmente escoges un mal momento para rematar a portería. 

Eres un jugador generoso contigo y los tuyos, siempre estás dispuesto a auxiliar, ya sea mediante tu solvente manejo de la pelota, como con tu sacrificio para hacer el dos contra uno con cualquiera de tus cuates.   

Bora Milutinovic nos decía que, sin importar el marcador para sentirnos satisfechos cuando entráramos al vestidor, debíamos pedir una aspirina al doctor por haber pensado todo el partido, y exprimir la playera en una cubeta y llenarla de sudor por el esfuerzo realizado.  

Cada vez que te veo jugar pienso en ello, y te visualizo sentado en tu cubículo haciendo ambas cosas. Por supuesto que darles crédito en solitario a Guido y Orbelín sería irresponsable e injusto; a su alrededor, ambos cuentan con socios de alcurnia que maximizan su imaginación y virtudes, pero de que hoy residen en un trono privilegiado, eso no lo puedo soslayar. 

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