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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Miami, paraíso

2018-12-11 | Luis García
LUIS GARCíA
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Dada la eliminación de Santos de Torreón, me quedé sin partidos qué transmitir, por lo que planeé con mi mejor amigo, mi hijo Mariano #BichoPérez, un viaje a ver a los Dolphins contra los Patriots. Todavía no me había enterado que en TV Azteca tendremos la Final de Ida y Vuelta, debido a los salubres acuerdos de compartir diversos eventos deportivos con la competencia.

Después del fabuloso y emotivo festival navideño del kínder de Roberta y Luis, salimos al aeropuerto, dos lindas horas de camino en el viaducto que es la antesala del infierno. Tomamos el avión, vuelo corto a Fort Lauderdale, llegamos de noche y tomamos un taxi al hotel, pedimos de cenar y nos dormimos rendidos por la emoción de lo que nos esperaba el domingo.

Mariano tiene una envidiable capacidad para dormitar, habla, ronca y se mueve, pero no se despierta, es una gozada verlo desarticulado en la cama, pero tiene la mala costumbre de levantarse sumamente temprano, aun en fines de semana. Con toda intención me despertó de mi profundo sueño, bajamos a desayunar. Otra de las virtudes del enano es su descomunal habilidad para comer todo tipo de alimento en desproporcionadas cantidades, se reventó fruta, jugo de naranja, huevo con jamón, yogurt y remató con un pan dulce, un campeón sin duda.

Subimos al cuarto a bañarnos y a cambiarnos para salir rumbo al estadio, en el lobby nos encontramos con Alex y Rodolfo, dos excelsos personajes que trabajan para Jugo TV, y con quienes normalmente compartimos las odiseas a los juegos de futbol americano. En esta ocasión fue Relevant, dueño de los Miami Dolphins, quien nos extendió la cortesía e invitación, salimos, pues, en camioneta, y a los 20 minutos de andar divisamos a lo lejos la solemnidad, modernidad y majestuosidad del Hard Rock Stadium, inmueble que será la casa del SB LIII.

Ya nos esperaba Audrey, gente de prensa de los Dolphins, nos llevó a la tienda en donde ya tenían nuestros jerseys con nombre y número, el uno y García Jr. para Mariano, el diez y García para mí, en el hermoso color verde agua. De ahí caminamos al famoso 'TailGate', colorido paraje en donde los aficionados conviven, beben cerveza y juegan a lanzar pequeños sacos de arena hacia un artefacto de madera con un agujero, no nos resistimos y jugamos haciendo ligeramente el ridículo.

Se vino lo mejor, la cancha, vivir la experiencia en el campo es una cosa de locos, salimos por el vestidor de los locales y caminamos rumbo a donde calentaban.

Vimos pasar muy cerca a Danny Amendola, en el lado de los Patriots era imposible caminar, pero de pronto se liberó y nos acercamos a donde saldrían, encabezados por el prócer Tom Brady. Mi enano anonadado lo vio pasar a escasos centímetros y después recibió mi letanía sobre la grandeza del 12.

Mientras caminábamos de vuelta al túnel de los Dolphins, nos topamos de frente con las porristas, angelicales diosas que bailan con suma gracia y soltura, alguna que otra nos sonrió, a la distancia divisamos a la mascota, el delfín y Mariano corrió sin reparo alguno para tomarse la foto.

Se vino el himno nacional de los Estados Unidos, poderoso acto en el que todo el estadio participa, todos cantan fervientemente al unísono, la conclusión es imperial porque pasan rozando el techo del estadio cuatro aviones militares que elevan los decibeles, destrozan los tímpanos y generan una contagiosa locura. Nuestras emociones habían sido sacudidas cual muñecos de trapo y el juego aún no iniciaba, la previa de estos duelos es desquiciante en el buen sentido.

Nos subieron al palco de prensa, cuando entramos observamos a todo tipo de periodistas concentrados haciendo su trabajo, todos en incómodo silencio, se habría podido escuchar una aguja caer, y vimos cómo una señora con gafete corría desaforadamente hacia nosotros, nos quedamos impávidos, sin movernos, y nos explicó que en esa zona está prohibido entrar con niños, partimos sin decir nada hacia un espacio de palcos en donde tuve que ponerme a Mariano en los hombros por la absurda cantidad de gente que había. Alex, tipo sumamente movido y con un manejo el inglés como si fuera oriundo, nos consiguió cuatro boletos en la tribuna, todos sonreímos, experimentar estos partidos como aficionado es lo que más nos gusta, tomamos camino rumbo a la grada, esta vez no nos pusieron en el cielo. Se vinieron las chelas, los refrescos, los hot dogs, los pretzels, las palomitas, y los helados, o sea, una alimentación digna de la mejor nutrióloga, tuvimos la enorme fortuna de observar un partido de otra galaxia, sensacional cruce lleno de anotaciones y buenas jugadas, sobre todo en la primera mitad.

Y cuando todo parecía expirar para los Dolphins, se vino una jugada que uno sólo puede imaginar en video juegos o en sueños, siete segundos en el reloj, a sesenta y cinco de yardas, Rob Gronkowski como último hombre en espera de un 'HailMary', y de la nada una jugada de tochito en el parque, que culminó con la corretiza de Kenyan Drake, una situación improbable, que digo improbable, imposible, y tuvimos el honor de verla porque incluso estábamos arriba de donde anotó.

Grité como si hubiera anotado yo, era tal el ruido que Mariano se tuvo que tapar los oídos por lo ensordecedor del ambiente, la locura duró largos minutos, cuando todo se normalizó; si es que la palabra aplica, sucedió algo aún mejor, como traíamos los jerseys de los locales, muchos aficionados de los Patriots nos dieron la mano reconociendo el triunfo, un gesto que me descompuso, no por la filiación, sino por la categoría para aceptar una caída que lucía inverosímil.

Salimos conmocionados del inmueble y fuimos de nuevo a la tienda del estadio, no cabía un alma, Mariano compró su balón y unos pequeños cascos de la AFC. Salimos a la explanada a lanzar pases mientras esperaba para grabar un segmento para un programa digital. Mientras veía a mi hijo ir de un lado al otro como receptor abierto no pude más que agradecer lo vivido, y vivirlo con él.

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Regresamos al hotel hechos polvo, pero se venía la Semifinal América versus Pumas, no sé en qué momento mi 'Bicho Pérez' se convirtió en Águila, seguro fue un desliz mío, pero aunque fue a Ciudad Universitaria al protocolo de la Liga MX y dio las típicas palabras se me fue al otro bando. En pijama empezamos a ver el duelo, y cada gol del América saltaba de la cama y realizaba un desordenado baile enfrente de mí, bendito, en el tres a uno se quedó dormido.

Al día siguiente, como siempre hace, se levantó en búsqueda de su duende Christopher, y la travesura acostumbrada, su duende se puso su jersey, sus lentes obscuros y desparramó por todo el cuarto sus casquitos. Salimos al aeropuerto y regresamos a casa, físicamente aturdidos, pero emocionalmente plenos por otra fabulosa aventura, ahora en Miami. 

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