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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Oro

2016-08-23 | Luis García
LUIS GARCíA
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La Final olímpica de futbol masculino fue una gozada. Hacía mucho no me tocaba estar en una transmisión, mi compadre Christian Martinoli y yo transmitimos el juego por Radio Fórmula, en donde lo observado me sedujera de forma total. Fue una fascinante Final, mención aparte mereces tú, Neymar Jr., quien fuiste el héroe de la película y más adelante escribiré sobre tu brutal injerencia en la medalla áurea conseguida.

El caído en la batalla fue un excelso competidor, Alemania, que incomprensiblemente cuenta con escasas credenciales en lides olímpicas, fue siempre un rebelde oponente. Desde que jugó el primer partido contra México exhibió formas de relacionarse con la pelota que lo hacían candidato a la cumbre del podio. Una selección total, que juega en todas las zonas del campo, que su ideología abraza el ser protagonista. La pelota fue su mejor aliada, si bien ustedes como defensores, Ginter, Süle y Klostermann, manifestaron una inverosímil sapiencia y oficio defensivo, su fortaleza fue siempre la solvencia colectiva cuando tenían que ofender.

Tú como capitán, Maximilian Meyer, quien la bordas en el FC Schalke 04, ejerciste como ese valeroso e inteligente cacique que señala las veredas por las cuales debían transitar. Dichos senderos en algunos momentos del partido se llenaron de venenosas espinas, pero nunca los condicionaron, al revés, siempre encontraron soluciones al dominio brasileño. Tú, Meyer, encontraste en Julian Brandt y Serge Gnarby a dos feroces escuderos que en la guerra fueron audaces soldados que izaron la bandera alemana con pundonor y fuerza. La hermosa y pletórica versión alemana dejó patente por qué son los campeones del planeta en la selección absoluta. El futbol en Alemania es plural, es universal, técnico, serio y poderoso, exactamente las cualidades que los jóvenes teutones expusieron durante todo el torneo y aún más en la Final.

Del lado brasileño, lo más rescatable y a la vez esperanzador fue que lograron recuperar trazos reconocibles del añorado ayer. Ganar no tiene parangón, máxime que nunca lo habían hecho en Juegos Olímpicos, pero el cómo lo hicieron fue esencial para establecer un nuevo punto de partida. Brasil venía dando lástima en su manera de jugar a la pelota, sobre todo en su selección mayor. Fracaso tras fracaso venían empañando una bella y gloriosa historia. El futbol en Brasil, cual venerado cual religión, estaba bajo sospecha, bajo agrias críticas y bajo profundas dudas.

Cómo encontrar el camino al origen, era la pregunta sin respuesta, y a escena saltaron unos gallardos jovenzuelos brasileños, cargando con la pesada responsabilidad de resolver dicho cuestionamiento. Pues lo hicieron apegados a la esencia brasileña, las formas, el jugar bien, el respeto a la pelota, tópicos que habían desterrado y abandonado. 

Pues bien, guiados por dos notables hombres como tú, Renato Augusto, quien juegas con una soltura, agudeza y belleza que paralizan los sentidos; el otro fuiste tú, Neymar Jr. Ambos lograron que todos sus demás compañeros entendieran que eran la estética y la solvencia técnica los argumentos a los cuales había que aferrarse. Incluso cuando el partido se alargó y los fantasmas del Mundial de 1950 y de la pasada Copa del Mundo rompieron sus cadenas y se empezaron pasear por Maracaná, nunca prostituyeron ni pusieron a debate el cómo jugar.

Y es aquí en donde mi texto se vuelve una oda a un futbolista encantador como lo eres tú, Neymar Jr. Eres un jugador que entiende que el divertimento es parte medular del futbol, eres un hombre que provee felicidad sin reparo, que desmitifica la seriedad del juego, que se ríe y hace reír. Diste un fantástico y redondo partido, exponer que solamente anduviste fino y que fuiste determinante en exclusiva en pelota detenida, sería torpe y absurdo. Sin duda, la obviedad nos arrastra hacia tu delicioso tiro libre, una obra de arte que ensamblaste con inspiración, y al penalti final, que en el momento cumbre ejecutaste con maestría, gracia y eficacia.

Pero lo mejor que hiciste durante el sublime juego vivido fue que se te vio tirando no menos de siete u ocho pases de gol, no sólo fuiste el goleador que gestó el triunfo, sino que te convertiste en un furibundo asistente. Y cuando debido al cansancio y a que las ideas se les nublaban, y tus compañeros no atinaban a encontrarte para darte el balón, te hiciste visible.

Siempre estuviste dispuesto y en posición de hacerles la vida sencilla a los tuyos, de gritarles en voz alta y confiada que no se estresaran ni se confundieran, que ahí estabas tú para que pudieran descargar sus inquietudes y angustias.

Cada evento que pasa se te nota más adulto, más maduro, más señor, pero esta notoria madurez no se choca en lo absoluto con tu infantil esencia, tu alma sigue siendo joven y lozana, lo que te permite divertirte en escenarios en donde otros sufren. Es por ello que sin importar nacionalidades ni banderas, tu triunfo, Neymar Jr, debe ser celebrado por todos aquellos que amamos el futbol, ya que eres de los escasos defensores mundiales del divertimento y de regocijarse con el juego, por encima de las robustas y abrumadoras exigencias que el futbol en la actualidad conlleva.         

 

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