Siria: Anhelo

La pelota de futbol se la ha pasado siempre buscando formas de expandir su hermosa injerencia, la salerosa redonda posee la inusual habilidad de repartir alegría por donde rueda, y normalmente lo consigue sin mucho esfuerzo. Tiene un nimbo de esperanza que contagia y, a la vez, la hace inmune ante las mundanas suciedades que en la actualidad corroen hasta la médula a las sociedades.

Hace algunos años tú, Diego Armando Maradona, en tu despedida me parece, dijiste una contundente frase que la definió con delicada y poderosa manera: ‘La pelota no se mancha’. Y así es, sin duda la pelota sigue botando con total libertad alejada de envidias, dudas y obstáculos que se le pretenden colocar.

La FIFA, con esos múltiples, largos y pegajosos tentáculos que tiene, busca abarcar el planeta entero, creo que ya anda buscando alguna galaxia vecina para también intentar hacerse de ella.

No me parece incorrecto, esta organización y sus gestores saben de la penetración y poderío mundial del futbol, y su idea de acrecentarlo aún más no es una mala idea, al revés, están obligados a hacerlo para intentar humanizar.

Tú Gianni Infantino has manifestado rápidamente tu brillantez; apenas tienes 47 años, y digo apenas porque soy un año mayor, has logrado mandar poderosos y sonoros mensajes y has logrado incrementar la injerencia del balón en el orbe. Lo primero lo conseguiste de una forma extraordinaria, le diste voz a descomunales exfutbolistas mundialistas de todas partes del globo terráqueo, los hiciste partícipes de tus ideas para que las fueran sembrando de manera conjunta, los trajiste a jugar a tu equipo, los hiciste socios, hablas a través de ellos, jugada maestra. Lo segundo, lo de ampliar el espectro del futbol lo conseguiste mediante una Copa del Mundo de 48 naciones, con esto incluyes mercados económicamente mandones y enriquecedores que por su calidad de juego en su Selección Nacional difícilmente lograrían calificar en el actual formato, y hablo puntualmente de la India y China.

Me extendí en el preámbulo, mi idea con lo arriba escrito es reconocer lo fabuloso que resulta la globalización del futbol. Que Siria esté en el Repechaje de Asia es cuestión de festejo, es cierto, le faltan dos peliagudas instancias para colocarse en Rusia 2018, pero eso no nos exime de poder sonreír esperando que consigan la gesta de jugar su primera Copa del Mundo. Por todos es sabido que es una maltratada nación que está en guerra hace más de seis años, las defunciones y los exilios han sido y siguen siendo atroces, abominables e innumerables. Pero de nuevo la pelota irrumpe para brindar un halo de ilusión a tan castigado país, la posibilidad de acceder a la magna fiesta.

Es más que evidente que el deseo mundial es que lo consigan, todos festejaríamos más allá de nuestras nacionalidades. Historias como la de la selección siria son las que necesita la humanidad. Historias como la tuya, Firas Al-Khatib, que eres el capitán y figura, y quien hace algunos años renunciaste a tu selección al declararte miembro de la oposición por los bombardeos a civiles y que decidiste regresar por el amor a tu país y a los tuyos, son las historias que deben y tienen eco. O tu historia y tu peculiaridad, Ibrahim Alma, siendo tus despejes como de voleibol una canija maravilla y una gozada.

Casos como el de los sirios en el futbol son los que justifican lo que parecería una desmedida globalización del balompié, pero es aquí cuando la pelota y sus impetuosos procuradores deben cobijar y ser facilitadores a naciones que pujan por abrazarse al balón y al juego en la búsqueda de efímeras alegrías y sonrisas que funjan como tablas de supervivencia a sitios tan fustigados por el propio ser humano. Que así sea, que la pelota rebote en favor de Siria, que consigan su pase al Mundial, y sin duda alguna todos seremos más felices si esto sucede.