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Opinión

Vero Velázquez

Una experta del mundo Running, quien nos dará los mejores tips para correr y llevar un estilo de vida saludable.

Historias del Maratón de la Ciudad de México

2015-09-04 | Verónica Velázquez
VERóNICA VELáZQUEZ
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El domingo pasado se celebró la 33ª edición del Maratón de la Ciudad de México y si usted no corrió o no lo vio, le recomiendo mucho que aparte el último domingo de agosto del 2016 para vivirlo. De espectador o de participante, como sea, el maratón es algo increíblemente emocionante.

Como corredor, tendrá que prepararse por meses. Salir de su casa de madrugada, correr por horas, regresar adolorido y repetir eso durante decenas de semanas. Pareciera descabellado, no habría razón para repetir una rutina así. Pero le garantizo que valdrá la pena. La recompensa de correr es inmediata. Le aseguro que cada entrenamiento será una lección y mal cabo de acumular cierto kilometraje tendrá muy claro por qué lo está haciendo. Vivir la experiencia de recorrer y cruzar la meta después de 42 kilómetros y 195 metros no se compara con nada.

Ahora que si usted decide ir de espectador, le aseguro que será una experiencia inolvidable. Hay una frase célebre de Kathrine Switzer, la primera mujer que corrió un maratón en Boston en 1967 que dice: Si estás perdiendo la fe en la humanidad, sal y observa un maratón. No podría estar más de acuerdo, lo que se ve desde las gradas del maratón, tampoco se compara con ningún otro tipo de competencia deportiva. La diferencia con otros eventos radica en que el deportista y el espectador pueden tener interacción y no sólo pueden, sino que en muchos casos, deben.  

Este domingo vi gente apoyando sin importar si conocía o no a quien iba corriendo, echando porras, buscando el nombre de cada corredor en su playera o número para dar una palabra de aliento personalizada. Ayudar a quien estaba acalambrado, dando masaje de estiramiento a desconocidos.  

Había señoras con bolsitas de refresco y galletas en la mano. Pancartas, letreros, música, gente que gritaba sin parar animando a los corredores. O los espectadores tímidos, con la mano estirada para ‘chocar’ palmas con los corredores, quienes lo agradecían como si esa sola palmada fuera una recarga de energía.  

Como espectador, ver la sonrisa o el dolor de un ser humano que ha corrido 3 o 4 horas es un recordatorio de que todos somos capaces de hacerlo. Es un pensamiento positivo, que seguro nos hace más fuertes.

Cada maratón es una historia, conformada por las historias de los miles que van corriendo y los millones de espectadores que las nutren. Este año participaron 30 mil corredores en la Ciudad de México, hombres, mujeres, atletas discapacitados, deportistas de 11 países diferentes. Corredores disfrazados, el domingo pasado vi correr a Flash, a Yoda, a Mimi Mouse, a El Santo, a San Juan Diego. Hubo historias de amor, varios anillos de compromiso entregados en la meta y parejas corriendo juntas. Y la historia que más me tocó fue la de Constantino Ángeles, un corredor invidente que es guiado por Vicente Pérez. Juntos llegaron a la meta en 3hrs 30 min y se subieron al podio del 3er lugar.  

Constantino me dijo: Para mi correr es ver. Gracias ‘Tino’ por mostrarme lo que no había visto del maratón.

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