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Pequeños Tricolor que son grandes en el extranjero

Rafa Márquez posa a la cámara con un pastel de cumpleaños
Rafa Márquez posa a la cámara con un pastel de cumpleaños | ESPECIAL RÉCORD
Varios jugadores aztecas demostraron desde niños su potencial para un día hacer historia en clubes europeos
2018-04-30 | NANCY DE LA PEÑA
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Este lunes 30 de abril, en México celebramos el 'Día del Niño', donde millones de infantes son festejados por dar felicidad al hogar, pero no sólo los pequeños celebran su día, sino los grandes también recuerdan aquellos momentos inolvidables de su infancia

Es por ello, que recordamos la niñez de varias figuras del balompié mexicano, quienes desde corta edad evidenciaron su gusto por el deporte y su talento por el futbol, mismo que les llevó a triunfar y hacer historia en clubes extranjeros

'CHICHARITO' HERNÁNDEZ Y SU HERENCIA FUTBOLÍSTICA

Desde que nació, el entorno familiar sabía que Chicharito sería jugador profesional. Su padre, Javier Hernández, lo llevaba a las canchas previo a los partidos y se fotografiaba con él, en sus épocas jugando en Puebla y Morelia.

Su abuelo, Tomás Balcázar, leyenda del Campeonísimo Guadalajara, le inculcó el amor por los colores de Chivas. Tras el retiro de su papá, la familia decidió radicar en la Perla Tapatía y estudiaba en la primaria Lincoln School, escuela bilingüe.

Era un niño alegre, lleno de amigos, inquieto, pero estudioso. Además, un gran hermano, ya que desde siempre estuvo pendiente de la pequeña Ana Silvia, quien hasta la fecha es su consentida y a quien le llama ‘Chimol’.

Chicharito Hernández con su papá en un duelos de Primera

A los nueve años ingresó a la escuela de futbol de Chivas, en Verde Valle, donde destacó de inmediato. Jamás descuidó la escuela, fue una de las condiciones de sus padres para continuar en el futbol.

Logró combinar sus responsabilidades y pasar una infancia feliz. No pasó mucho tiempo para que brillara en el Guadalajara y luego emprendiera la aventura en Europa y el Tri.

RAÚL JIMÉNEZ QUISO CREAR SU PROPIA HISTORIA, Y LO LOGRÓ

Raúl Jiménez llegó a las canchas de futbol a los cinco años. Su papá jugaba en una liga amateur y fue el encargado de heredarle el gusto por este deporte; tuvo sus primeras actuaciones en la escuela de Cruz Azul Hidalgo, debido a que en aquella época radicaba en Tepeji del Río.

Raúl Jiménez posa luego de ganar un trofeo

Jugaba con muñecos, pero los hacía a un lado cuando veía un balón. Nunca tuvo un ídolo en el futbol, no quería ser como nadie, pensaba en escribir su propia historia; sin embargo, le llamaba la atención el trabajo de delanteros como Hugo Sánchez o Carlos Hermosillo.

Su destino tomó otro rumbo cuando sus padres decidieron radicar en la Ciudad de México. Se incorporó al Club América, eligieron a este conjunto por cercanía, pero nunca imaginaron que sería la institución que lo llevaría a debutar en el futbol profesional.

Jiménez acompañado de sus tres hermanos

Se caracterizó por ser un niño muy bien portado, disciplinado y obediente, bases que le permitieron consolidar una carrera exitosa, que tuvo una escala en el Atlético de Madrid antes de llegar al Benfica de Portugal.

Raúl es hogareño, es el mayor de cuatro hermanos y a pesar de la distancia, no desaprovecha las oportunidades para estar con ellos. Considera a su familia como parte fundamental de su éxito.

GUARDADO, APASIONADO DE LOS BALONES Y LA LUCHA LIBRE

Andrés Guardado es el menor de tres hermanos, por lo que se convirtió en el consentido de casa.

Desde que era pequeño demostró mucho interés por el balompié, aún no caminaba cuando ya veía el balón como su juguete favorito. Sus papás dicen que era tremendo y con frecuencia lo veían hacer travesuras con el balón, la mayoría de ellas consistían en romper o maltratar algún mueble de casa.

Su hermano mayor practicaba futbol y fue quien le inculcó la pasión por este deporte. Su primer y única escuela de futbol fue Atlas, lugar de donde nunca salió porque la institución donde se formó le dio la dicha de debutar profesionalmente.

Andrés Guardado posa con su playera del Atlas

Pero no le bastaba con jugar en los Zorros, Andrés aprovechaba cualquier ocasión para jugar con sus amigos de la cuadra, con quienes aún tiene una fuerte amistad.

Durante algún tiempo fue seguidor de la lucha libre, su ídolo era Mascarita Sagrada, pero fue el futbol el que llenó su corazón por completo.

Guardado se visualizaba como un futbolista exitoso, pero no imaginó que sus logros serían tan grandes que lo llevarían a jugar en el Real Betis y convertirlo en uno de los jugadores más importantes de México, además de representar a su país en un Mundial de futbol.

LOS BERRINCHES DE HERRERA QUE LE COSTARON SU ÉXITO EN EL FUTBOL

El actual jugador del Porto fue un niño soñador, que deseaba jugar futbol para aparecer en televisión y ser famoso, al igual que Óscar Pérez, Oswaldo Sánchez, Cuauhtémoc Blanco y Adolfo Bautista, sus ídolos del balompié.

Su equipo favorito era el Cruz Azul y el gusto por el futbol lo compartía con los amigos de la colonia donde vivía en Tijuana, Baja California, su tierra natal.

Héctor Herrera es premiado con una medalla

 A los siete años comenzó a jugar en diferentes equipos de manera informal hasta que llegó a Rosarito Soccer, escuadra a la que recuerda con gran cariño y donde estuvo tres años.

Su madre lo acompañaba a entrenar y si no se portaba bien, no lo dejaba jugar los sábados. Héctor lloraba cuando pasaba eso y todos sus compañeros iban a pedirle permiso a su mamá para que lo dejara participar.

Herrera posa para la cámara junto con su mamá

A pesar de su corta edad, consiguió realizar actuaciones que le sirvieron como vitrina y algunas instituciones como el Atlante le abrieron las puertas para comenzar formalmente una carrera, en un principio, su papá no estuvo de acuerdo porque era chico; sin embargo, lo apoyó y no le quitó la intención de luchar por su sueño de convertirse en futbolista.

LAYÚN, AMO Y SEÑOR DE LOS TORNEOS

Miguel Layún fue un niño alegre, inquieto y ocurrente. Disfrutaba de dos cosas: jugar con sus primos y practicar futbol.

Con sólo tres años comenzó a prácticar futbol en el equipo del Casino Español de su ciudad natal, Córdoba, Veracruz. Logró sobresalir tanto en este deporte, que en poco tiempo se convirtió en integrante de la Selección de esa institución.

Miguel Layún posa con un balón

Participó en un gran número de torneos, probó las mieles del éxito, pero nunca imaginó que esto sería el inicio de una gran carrera y que en la actualidad también formaría parte de la Selección Mexicana.

Layún era un buen deportista, pero también un niño muy travieso. Junto a sus amigos, ingeniaba las más originales travesuras, como el prender cohetes mientras la gente pasaba por las calles.

Layún sonríe a la cámara con un trofeo en mano

A los 14 años ingresó a las Fuerzas Básicas de Cruz Azul, pero el destino lo llevó a los Tiburones Rojos de Veracruz, donde tuvo la oportunidad de jugar de manera profesional durante dos años. 

La vida ha llenado de sorpresas al jugador. En 2009 jugó en Italia, en 2014 se convirtió en capitán y figura del América. Pasó por clubes como Watford y Porto; hoy juego para el Sevilla y es parte importante del combinado Tricolor

RAFA MÁRQUEZ, DE ÍDOLO DE ZAMORA A ÍDOLO DE MÉXICO Y EL MUNDO

Desde niño, el mejor jugador mexicano de la era moderna sabía que su vida estaría ligada al futbol. Hijo de Rafael Márquez, jugador del Oro, y sobrino de Leonardo Álvarez, de Tigres, el ‘Káiser’ pasó su niñez jugando futbol en su natal, Zamora, en la Escuela Municipal.

Desde temprana edad demostraba madurez, jugaba con chicos mayores que él y en toda la ciudad ya era conocido. Él era serio, siempre enfocado en su deporte y con el apoyo total de su padre y el cariño de su mamá, Rosa Alicia. Hugo Sánchez era su ídolo y soñaba con jugar en canchas europeas.

Rafael Márquez de pequeño sonriendo

A los 13 años su vida cambió, cuando el Atlas lo detectó y lo integró a sus Fuerzas Básicas. Fue a vivir a la Casa Club del Atlas y combinaba sus entrenamientos con los estudios en la Secundaria Francisco I. Madero. 

Responsable al máximo desde esa edad, comprometido a tope, pero con un gran grupo de amigos que junto a él se convirtieron en figuras de Atlas pocos años después, a los 17 años, aún con rostro de niño, Rafa debutó en Primera División y el resto de la historia se cuenta sola.