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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

'Ódiame más hasta Japón'

2016-04-28 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Y los papelitos volaron, multicolores en su viaje, por los aires de la trascendencia. Si el futbol se jugaba con los pies, el América festejaba con las manos cuando alzaba el trofeo. Las Águilas gobiernan Concacaf.

Japón es el destino, pero el futbol ha sido el camino. El Mundial de Clubes es la revancha prometida, a través de la gloria conseguida. Y así, el América se confirma como un equipo de época, hoy. Legendario, mañana, desde sus botines. Y sus títulos.

Fue Rubens Sambueza quien alzó la Copa y le dio la razón a la literatura. “Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado casaría que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”.

Pero también Michael Arroyo, también le dio la razón a aquel concepto de Eduardo Galeano probándose como futbolista indescifrable que detecta el aroma de la contundencia en las Finales.

Fue a partir de los pies descarados de estos dos futbolistas que el América fue lo que es. A pesar de Gignac, que había tensado la trama con un gol oportuno, antes del descanso, que nunca lo fue. Porque Tigres combatió, hasta que pudo. Porque no pudo más. Rendido desde el cansancio de las piernas fue menos.

Y Arroyo, desparramó a uno, y a dos, y a tres defensas para después deslizar el empeine derecho con la convicción del surfista que se lanza al mar hipnotizado por una ola. Y sorteó la retaguardia, subido en la tabla de la confianza, con un disparo kilométrico, que aquella ola rompió en gol.

El Estadio Azteca tenía voz. Y habló a partir de la supremacía, cuando Osvaldo Martínez le quitó el seguro a una granada y la explotó en la red, desde once metros de distancia. Fue un penal dinamitado con desesperación de título.

Entonces, los abrazos se fusionaron con las sonrisas desde la tarima en la que todo lo que estaba ordenado, se desarregla en el festejo. No hay táctica ni ley ni orden para ser el primero en cargar y besar un trofeo. Todos tenían prisa de triunfo cuando el América se erigió como Bicampeón.

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