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Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

'Domesticado'

2020-03-13 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
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Lo podemos ver así: el futbol mexicano despertaba a finales del siglo anterior y se daba cuenta de la “fiera” que llevaba dentro y de que podía avanzar, crecer y finalmente ser lo que tanto ha soñado. La Concacaf le dijo que no. Lo encerró, lo amordazó y lo domesticó. “Te quedas aquí porque aquí quiero que te quedes”.

Y de pronto, el entrenador del América se tira una declaración. “Somos el más grande del continente”. Y el problema es que no hay ni cómo decirle que sí ni tampoco cómo decirle que no... Sin querer, queriendo, Miguel Herrera vuelve a abrir la interrogante sobre cuál es la forma correcta de medir a nuestro futbol. No la hay. Por más que la busquemos, no existe.

Los clubes mexicanos tiene una intensa competencia local (lo acabamos de constatar el viernes de la semana pasada en el Pumas-América, de Ciudad Universitaria) y un torneo internacional (el de Campeones de Concacaf) que amenaza con subir de tono ante el nivel creciente de la MLS y de sus clubes. Y hasta ahí nada más. ¿Herrera pretende decirnos que el América es el “más grande” por un gran juego ante Pumas y una cerrada eliminatoria ante el Comunicaciones de Guatemala, y frente al Atlanta de los Estados Unidos? No, lamentablemente, no alcanza.

La salida de México de la competencia sudamericana ha provocado que el futbol mexicano se vuelva más doméstico que nunca. Entre la Concacaf y los propios dirigentes mexicanos, se han encargado de “domesticarlo”. La indicación parece ser clara: Te quedas aquí, porque aquí es a donde perteneces geográficamente y porque aquí es donde podemos hacer negocios contigo. Y punto. Tus intereses, tus necesidades, tus sueños futbolísticos no nos importan.

La Copa Libertadores y la Copa Sudamericana eran el termómetro perfecto para medir la temperatura de nuestro juego, sus avances, sus retrocesos, sus virtudes, sus defectos, sus atrevimientos y hasta sus miedos. Con todo y las desventajas deportivas y hasta económicas de las que sacaban parte los dirigentes sudamericanos, la competencia era benéfica para los intereses deportivos del futbol de México. Sin ella, no hay manera de saber dónde estamos y hacia dónde vamos...

No podemos vivir o permanecer totalmente tranquilos tras la actuación del Monterrey en el Mundial de Clubes. No se trata de quitarle ningún mérito a los Rayados. Hicieron un gran juego, pero la realidad es que los clubes europeos, el campeón europeo, no suele tomarse muy en serio la participación en ese torneo, tan es así, que la FIFA ha ordenado un cambio en el formato a partir del año 2022. Lo de Rayados fue bueno, muy bueno, pero sin la dimensión necesaria para realmente medir la capacidad del futbol mexicano.

Tampoco podemos sostener permanentemente la hipótesis de que la mayor estructura e infraestructura de nuestro futbol nos coloca por encima de la generalidad de los países sudamericanos. Puede que la economía o que la industria del futbol sea más atractiva o sana en México que en Argentina o Brasil, pero es bueno decir y aceptar que México nunca se ha acercado al nivel futbolístico de esos campeones del mundo y tampoco a la cantidad y a la calidad de jugadores que generan y exportan a las mejores Ligas del mundo. Decir que el América es mejor que Boca Juniors o que el River Plate o que el Flamengo o el Corinthians es tanto como hablar por hablar, sin fundamentos lógicos ni científicos que lo avalen.

Tenemos una Liga competitiva, es verdad, a la que, en apariencia, llegan algunos de los más notables futbolistas sudamericanos (sin ser los mejores, porque los de mayor nivel y calidad están reservados para las Ligas europeas) y una tradición, rivalidad y pasión en un mercado enorme más otro que está en los Estaos Unidos y que también consume de este futbol. Esas son las “bondades” del futbol mexicano. Las “desventajas” están concentradas en la pobreza futbolística que le rodea. Con todo respeto y aun sin él, ni al sur ni al norte se encuentra un nivel competitivo que le permita crecer. Lo acaba de subrayar, recientemente, el entrenador de la selección mexicana, Gerardo Martino: “México ha ayudado a crecer a otros en el área, pero... ¿quién va a ayudar a que México crezca? Necesitamos otra clase de fogueo para lograrlo”.

Yon de Luisa ha prometido que en un par de años existirán ciertas opciones de volver a asomarse en el horizonte sudamericano del futbol, tanto a nivel clubes como selecciones. Pero yo no sería tan optimista al respecto. Se viene el Mundial del 2026, donde la Concacaf y en especial México y Estados Unidos, llevaran el peso de organización y de emociones en el torneo. Estarán juntos, más unidos que nunca por la Concacaf. Dice De Luisa que una vez superado eso, tendrá la forma de negociar lo que Maurer e Ibarra lograron con relojes Rolex y lo que Burillo fundamentó comprando los votos de los venezolanos. Veremos si realmente existe esa posibilidad.

México fue domesticado por la Concacaf. Lo ha llamado al orden, al respeto geográfico, al alineamiento comercial. Dejarlo “libre” para que fuera y creciera en otras latitudes y niveles del juego era demasiado peligroso. Primero, porque se alejaba del “negocio” que significa en su área, Y segundo, porqué podía crecer y alargar esa histórica brecha que, generalmente, ha mantenido con sus principales competidores. La Concacaf encerró a México en “una jaula” y le dijo: de aquí no te mueves. 

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