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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Cruz Azul, la actualizada burla del futbol mexicano

2020-12-06 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Hay cosas más penosas que ser Cruz Azul: Irle. Porque el club es lo que es, pero el aficionado decidió serlo. La Máquina es la posibilidad de un equipo, el esfuerzo inconcluso, la actualizada burla del futbol mexicano, que se gana a pulso las descalificaciones desde la frialdad de su pecho. 

Los celestes se fueron jugando a lo que saben: a perder en el último vapor del partido, porque Robert Dante Siboldi prefirió no recibir cuatro que hacer uno, que obligar al rival a marcar seis. En esa mediocridad radica la reinventada decepción de una escuadra celeste que lame sus lágrimas hace 23 años. 

Pero Pumas es la voz de su espíritu; el fuego interior que rueda; la asociación de las voluntades, comandadas por un Andrés Lillini, que es tan sereno que espanta. En CU, no jugó la afición ni el calor: chutó el alma.

Porque el futbol es eso: la improbabilidad de la fe, consumada en los milagros. El arte de lo imprevisto, porque si es cierto que existen cosas deseables y posibles, no es menos cierto que los auriazules, ingenuos que al inicio corrían tras una pelota, fusionaron el querer con el crear. 

Se sabe de los peligros de los excesos de confianza, hechicera que nubla y distrae. Jesús Corona no jugó por una molestia. No es que Sebastián Jurado haya sido el responsable de la eliminación, que le ajusta más a los desalmados compañeros, pero salir con el arquero suplente, cuando ganas por cuatro, es un desplante de algo. Y no de respeto al rival, precisamente.

Por eso, Juan Ignacio Dinenno, caballero templario del gol, le hizo un par en un relámpago de tiempo. Y Carlos González otro, para así mandar el mensaje de superioridad en una mitad: Somos Pumas y no tenemos miedo. Cruz Azul, retratado en el abismo, palideció ante tan autoritario mensaje. 

Conviene decir que los partidos se juegan desde los ánimos, porque no se entiende, desde ninguna otra óptica, que las pizarras se desplomen y las cualidades técnicas se rompan, como se rompe un castillo al golpe de una ola furiosa. Si es así, La Máquina es una depresión que exige ayudas. 

Pero también hay responsabilidades. Siboldi lo sabe. Se replegó y clavó la mirada en el pasto, cuando la trama exigía un gol para irse casa a beber el mate de la victoria. Pero no. A Cruz Azul le pasan esas cosas. Y las atrae, porque Juan Pablo Vigón hizo el previsible gol con el filo del antiguo y conocido cuchillo helado del último minuto, que se le incrusta en el corazón ya varias veces despedazado. 

El cruzazulino, acostumbrado a las decepciones y a que el aliento se le vaya por el pasillo del alma, quiso sentir algo, pero no pudo. Quiso gritar algo, pero no pudo. Quiso maldecir a alguien, pero no pudo. Quiso ser Pumas. Tampoco pudo…

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