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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

El último Clásico del mundo (por ahora)

2020-03-16 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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En algún rincón del planeta, se supo que, por algún tiempo, el Cruz Azul vs América sería el 'Último Clásico'. En España, se preparó una paella, de madrugada; en Italia, una pasta de esperanza. Las calles están desiertas. El  mundo observa con cristal de aumento. El balón rueda y eso es poco común en estas épocas. México es el epicentro del desconcierto, porque se prohibió la entrada al estadio, pero no el futbol, porque puede prohibirse el agua, pero no la sed. O porque se puede ser irresponsable por preferir reaccionar que prever…

Pero, cuando bota, al balón poco le importan las cuarentenas; sigue siendo ese objeto redondo que gira con la libertad propia de la ingenuidad. Y felicidad. Pero los futbolistas, soldados programados para el entretenimiento, no son inmunes a los voraces virus. Y, aún así, trabajaron, que no es lo mismo que haber jugado…

De esa forma, en un Estadio Azteca con los huesos de fuera, esquelético y sin voz, empezó, entre una enojada lluvia y un violento granizo, el partido que no debió disputarse, pero que se realizó por el capricho de los que mandan y deciden sobre las marionetas con pantalón corto. 

O con guantes, como Guillermo Ochoa, el arquero que no necesita del público para ser aplaudido. Memo podría haber atajado en Saturno y sería vitoreado satelitalmente, porque sus atrapadas y desviadas contra La Máquina fueron eso: de otro planeta. 

Con sus guantes magnetizados, Ochoa evitó cinco anotaciones en contra; una de ellas se exhibirá en el museo azulcrema; el arquero azulcrema voló, a mano cambiada, para desviar con la cutícula un envío teledirigido al poste más lejano, disparado por Elías Hernández. Memo salvó aquella anotación con la prisa de quien salva la vida de un amigo extendiéndole la mano, antes de que caiga al precipicio.

Pero Cruz Azul fue dinámico hasta para ganar el volado. Entonces, Escobar desbordó por derecha, ante la llegada inesperada de Jonathan Rodríguez, que chocó la pelota como un niño choca las manos con su vecino. Gol con abrazo incluido.

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El mundo seguía paralizado; en Francia y en Brasil, en Korea del Sur o en China, cuentan que el planeta se unió a través de un balón, y vio cómo el Cruz Azul iba a hacer un Cruz Azul, cuando regaló un penal en el último vapor del partido. Emanuel Aguilera tomó el esférico y disparó cruzado, pero Jesús Corona detuvo la propagación del virus. Porque siempre hay esperanza…

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