Irapuato: Riesgos de revancha

Irapuato: Riesgos de revancha

Gilberto es mecánico y tiene su taller ubicado en el Boulevard Paseo de Solidaridad de la ciudad de Irapuato. Desde hace semanas muy orgulloso presumía a sus amigos y chalanes el boleto de la Final de Ida ante Cruz Azul Hidalgo que ganaron sus freseros y que tiene enmarcado en la pared de su changarro, como le llama. Arriba del modesto cuadro y sobre la pared escrito con algo de pintura o tizne el título de: “A huevo. A mí no me cuentan” junto al cuadro, un collage de impresiones de computadora pegadas sobre una cartulina donde se ven fotos de él con sus amigos viendo la televisión en alguna plaza pública, que se convirtieron en estadios para ver el juego de Vuelta. 

 

 

'El Gil', como le dicen sus amigos, relata que tuvo que conseguir el boleto con uno de sus 'compas'. Asegura que pagó por dos boletos tres mil pesos porque le hicieron una rebajita. Se gastó quizá el sueldo de la semana, pero en ese momento pensó que había sido un privilegiado, tanto que hasta enmarcó el boleto. También presume en su celular el video que tomó en el estadio aquel día donde miles de celulares lo iluminaron en una postal maravillosa.

 

 

Pero no, Gil no estaba solo. Aquel 16 de mayo todo Irapuato se paralizó desde el mediodía. El casi medio millón de habitantes estaban atentos a la gran Final de Vuelta, la ciudad lucía desierta. Las plazas públicas donde el gobierno colocó pantallas gigantes con la señal de TUDN que pasaría el juego estaban a reventar. Fueron casi 90 minutos de sufrimiento, más cuando el local, Cruz Azul Hidalgo, se puso arriba en el marcador y se ponía a un gol del empate global. El gol de Armando González terminó con las taquicardias. La trinca 'mataba' al rival con un 1-3 global definitivo. Irapuato estalló de emoción. 

 

 

 

Los niños se abrazaban en la plaza, saltaban de gusto, otros lloraban, apareció el confetti, las banderas, lágrimas de felicidades, abrazos, gritos, porras, era el retrato perfecto de un maravilloso éxtasis colectivo.  Entre el griterío, se escuchaba la voz de Marco Cancino, que narraba el juego y que contagiado de la emoción decía: ¡Irapuato Campeón de la Liga Premier!, ¡El Irapuato, la trinca, ya es equipo de expansión!.

 

 

Aquel domingo literalmente fue el día que Irapuato NO durmió. El festejo fue apoteósico. Miles y miles de aficionados a la Trinca llenaron las calles, vitoreando, aplaudiendo y llorando en el recorrido del autobús donde sus héroes deportivos también eufóricos se pasearon arriba de un camión celebrando la victoria y el sueño del ascenso.