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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Néstor Araujo, descarrilado

2018-05-25 | LUIS GARCÍA
LUIS GARCÍA
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De manera dolorosa tuviste que bajarte del avión que irá a Rusia, no fue sorpresiva tu resolución, se veía venir dado que los días pasaban y nunca te observamos ni en las inmediaciones de las alineaciones de Santos de las últimas instancias.

Penosamente, las naturales secuelas de la operación a la que fuiste sometido fueron tomando un preponderante papel hasta ser la causal de tu desgarrador anuncio que no estarás con la cofradía mexicana en la Copa del Mundo.

Desde hace mucho tiempo has venido gestando una carrera digna de todo elogio, debutaste hace poco menos de ocho años, y tu ascenso ha sido gradual, pero sumamente palpable, para mí esa es la manera de crecer, cuando los pasos son sólidos y frecuentes hacia adelante.

Eres un hombre silencioso, lo cual no significa tímido, tipos como tú son mucho más confiables que los ruidosos, ésos suelen ser más artificiales, tus habilidades deportivas viven en total concordancia con tu inteligencia emocional, la cual supongo en estos momentos debe estar profundamente sacudida, es normal.

Este duelo lo deberás padecer, asimilar y cuando haya roto todo lo que tiene que romper saldrá de tu mente, cuerpo y alma, y terminarás fortalecido.

No debe ser sencillo entender lo que te está pasando, máxime que estabas considerado como central titular para jugar con tu socio Héctor Moreno, es decir, la gloria estaba a un paso y de pronto todo se nubló.

Intentando ponerme en tu sitio, recuerdo como si fuera ayer, los dos momentos en los que me colé en la lista mundialista final, en mi primera odisea en USA 1994, sabía que estaría, junto contigo, Hugo Sánchez, éramos los únicos jugando fuera del país, aún cuando tenía la certeza, cuando me llegó el fax; ya sé que soy un viejo, pero así me comunicaron mi convocatoria, grité y salté durante varios minutos en solitario en aquella casa en Majadohonda, a las afueras de Madrid.

La segunda ocasión, en Francia 1998, fue sumamente distinta, como tú, estaba lesionado, lo mío era un asunto muscular, y me subí apenas a la carrera final, el último lugar como delantero lo disputé contigo, Carlos Hermosillo, y como en la delegación ibas tú, Ricardo Peláez, que poseías características similares, me colé por la puerta de la cocina.

Mi suplencia en aquel Mundial fue mi más amarga, pero sensacional lección, aprendí a jugar y sumar desde la sombra, aspecto esencial en mi formación dentro de un equipo de trabajo.

En tu caso ibas a ser líder de la retaguardia, sitio que es de lo más vulnerable del representativo mexicano, por ende supongo la amargura es mayor.

Te he leído en las redes sociales y observo que eres un hombre de fe, aspecto que en estos momentos debe funcionarte como un buen salvoconducto para comprender tu cruel situación.

Siempre me ha gustado tu mesura para las buenas, las cuales has tenido varias, y también para las malas, normalmente exhibes sabiduría para reaccionar ante este par de seductores escenarios, con los que sabes convivirás por y para siempre, y entiendes que ninguno es perenne.

Tienes 26 años, podrás y, estoy cierto, jugarás un par de Mundiales, tienes la calidad futbolística y humana para conseguirlo.

Sin duda que el halagüeño futuro que tienes hoy no te consuela ni un poco, pero has demostrado ser un hombre con gran entereza, que no conoce de rencores ni venganzas, a la distancia me pareces un ser de alma blanca que en la actualidad está transitando un vía crucis, del cual saldrás adelante y robustecido.

Que así sea, Néstor, no mereces menos.

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