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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Clásicos

2019-09-14 | Luis García
LUIS GARCíA
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Se vienen dos Clásicos, el Capitalino y el Tapatío; ambos tuve el honor y la fortuna de jugarlos, gozarlos y vivirlos. Del lado de los Pumas me tocó cuando era muy joven, cuando no entiendes mucho de la pelota e intentas resolver los galimatías más por instinto que por raciocinio. Me tocó jugar dos Finales contra América. Aquella de 87-88 nos dirigía Héctor Sanabria; era un chamaco caguengue e imberbe, suplente de Luis Flores, poca cosa, sencillamente jugaba segundos. Recuerdo que entré en la Ida y en la Vuelta escasos minutos, fui parte decorativa de la derrota, ya que casi ni toqué el balón.

Mi segunda experiencia fue en la última Final jugada entre estos dos grandes clubes, en la 90-91. En el partido de Ida metí un golazo de volea arrancando el partido, el cual perdimos 3-2. De regreso en Ciudad Universitaria, previo a saltar a la cancha, el Dr. Miguel Mejía Barón nos juntó y nos dijo un par de cosas. La primera fue que él no era un hombre de cábalas; nunca lo fue, pero que llevábamos dos Finales perdidas contra el América, la de Querétaro y la arriba mencionada, vestidos de blanco en el partido de Vuelta, por lo que esta ocasión jugaríamos de azul. Y la segunda es que a cada uno nos dio un pequeño puma plateado con nuestro nombre y la fecha, y dijo que nos lo pensaba dar cuando fuéramos campeones, pero que para él ya lo éramos.

Salimos y ganamos, y recuerdo como si fuera ayer a Ricardo 'Tuca' Ferretti, persiguiendo en los últimos minutos a Arturo Brizio, gritándole que terminara el partido, ya que al futbol mexicano le convenía que los Pumas, por su esencia, valores, metodología y jóvenes mexicanos, ganara. A los pocos segundos pitó el final, éramos Campeones, fue tal la emoción y locura que me costó digerir,  asimilar y disfrutar la victoria. Tanto que por mal fario me tocó el doping, y llegué tarde a la fiesta de celebración. 

Del lado americanista me tocó vivir un Repechaje, en donde eliminamos a mis Pumas, en el Estadio Azteca le metí un gol a Sergio Bernal y lo festejé como loco; cada uno de mis goles los grité con locura. Siempre he creído que los goles  se celebran no importando nada, cosa que me costó que fuera insultado sin parar en la Vuelta en CU. Al terminar el combate me acuerdo que le dije a un periodista que me preguntó si no me sentía mal por haberle metido gol y haber eliminado a la Universidad. Le respondí que mi manera de honrar y respetar a mis amados Pumas era jugar contra ellos siendo mi mejor versión como futbolista.

Del Clásico Tapatío tengo fabulosos recuerdos. Me tocó disputar verdaderas guerras ante el Atlas, tenían un trabuco, apellidos de la talla de Márquez, Rodríguez, Osorno, Briseño, Méndez,  Castillo, Zepeda, Estrada, Cabuto y demás. Nosotros, las Chivas, teníamos lo nuestro, también contábamos con un brutal arsenal, calidad de sobra en todas las zonas del campo, y los entrenadores,  por un lado, eran Ricardo La Volpe, por el otro, Ricardo Ferretti; dos dioses.

Recuerdo que eran cruces que crispaban los nervios durante toda la semana. Ya había jugado Clásico capitalino, Derbi madrileño y Derbi vasco, y el Clásico Tapatío no demeritaba en lo absoluto, para mí estaba a la par de las grandes clásicas batallas que había disputado. 

Mi primera experiencia fue extraordinaria, ganamos 4-2, y yo metí tres pirulos; fui el héroe de la jornada. Aun así fue un partido durísimo, pero salí finísimo, venía de una lesión en el tobillo que me apartó un par de semanas de la cancha, y así reaparecí. Me sacaron de cambio faltando escasos minutos para la conclusión, y prácticamente toda la gente en el Estadio Jalisco me ovacionó y aplaudió. Fue uno de los mejores días de mi vida como futbolista. Me encantaba enfrentar al Atlas, ya que era un monumental equipo que te obligaba a jugar a tu máximo nivel, so pena de exhibirte.

Es por eso que esta semana me ilusionan ambos partidos. América trae de hijos a los Pumas hace cierto tiempo. Hoy, por tantos lesionados, daría la impresión de que el cruce está equilibrado, que no existe favorito marcado, los Pumas lograron romper la descendente inercia y lucen liberados. En el otro sitio, después de mucho tiempo, Atlas aparece más sólido, más estable, mejor que las Chivas, que llevan varios semestres luchando con fantasmas propios y ajenos. Difícil apostarle a alguien, pero si debemos señalar a alguien como posible vencedor, lo haría por el Atlas.

Son dos Clásicos grandiosos, disfrutables y coloridos. Tengo la esperanza de que este fin de semana nos enloquezcan y nos hagan reír mucho. Los cuatro clubes poseen argumentos, historia y maneras para hacerlo.

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