Ver a la Selección Mexicana sub-17 vencer 1-0 a Paraguay y avanzar a los Cuartos de Final del Mundial Femenil no es sólo un resultado más, es un mensaje claro de que la cantera femenina en México está emergiendo, firme, preparada y con hambre de trascender.
El gol tempranero de Berenice Ibarra al minuto 17 dio a México la ventaja que sostuvo con oficio, trabajo colectivo y energía juvenil. Pero más allá del marcador, lo relevante es que estas jóvenes están teniendo la oportunidad de competir en un escenario global, y eso redirige el foco hacia algo esencial: el desarrollo de la base, el día a día en los clubes, los microciclos, las giras y el seguimiento de talentos que apenas comienzan su camino.
Cuando hablamos de cantera, no se trata solo de edad: se trata de formación, de visión a largo plazo, de una estructura que permita que estas futbolistas crezcan, se profesionalicen y no se queden en promesa. Verlas jugar, ganar y avanzar en un Mundial significa que el tejido detrás de ellas —clubes, entrenadoras, ligas estatales, federación— está funcionando. Y eso, en sí mismo, ya es una victoria.
Ahora, con este paso a cuartos, México se asoma con una posibilidad real de competir entre las mejores del mundo. Pero también se asoma con la oportunidad de construir un puente entre estas jóvenes que hoy brillan y las mayores que ya marcan el camino. Esta generación sub-17 es el reflejo más claro de que el futbol femenil mexicano tiene futuro, y de que ese futuro ya empezó.
Este tipo de logros también tiene un valor simbólico enorme: sirve para visibilizar, para generar conversación, para atraer inversión y para inspirar. Porque cuando los medios hablan de ellas, cuando los estadios se llenan para verlas, cuando las marcas las apoyan, se abre espacio para que más niñas crean que ese sueño es posible.
La clasificación a Cuartos no es un hecho aislado: es el resultado de años de esfuerzo colectivo y una muestra de lo que puede lograrse cuando se cree y se invierte en el talento joven. Estas jugadoras están construyendo algo más grande que una victoria: están trazando el futuro de nuestro futbol.
Porque cuando una selección de adolescentes mexicanas pisa un Mundial y demuestra que puede competirle al mundo, no solo gana un partido: gana respeto, gana esperanza y nos recuerda que el futbol femenil en México está listo para su siguiente capítulo.
