Antonio Mohamed ya está en el top 5 de entrenadores más ganadores en la historia del futbol mexicano y metió al Toluca en la lista de bicampeones de torneos cortos; grandes logros deportivos opacados por una reacción emocional.
Se cree que el control solo se pierde con emociones como el miedo y el enojo; sin embargo, también la emoción del triunfo y el éxtasis que se vive en el momento pueden nublar la razón. Ganar también pone a prueba el autocontrol. La euforia del momento alimenta impulsos que, como en este caso, terminan dando más titulares que el propio campeonato. El Turco se dejó llevar y, sin pensarlo, se fue de boca frente a las cámaras.
Un bicampeonato es incuestionable, pero el liderazgo y la inteligencia emocional no se miden solo con resultados. La cabeza de un equipo, de una organización o de un país siempre es referente emocional; además, representa algo más grande que él. Hay que saber autoliderarse, sobre todo en escenarios de alta visibilidad. Un líder no solo da el ejemplo en el vestidor o en la cancha, sino también frente a las cámaras y los micrófonos. Quien no sabe autoliderarse deja que la emoción decida por él.
Pero no quiero quemar al Turco, es humano y, a veces, las emociones desbordadas activan heridas no resueltas. La reacción de Mohamed no es propiamente contra Faitelson —a pesar de que exija su despido—, sino contra lo que dijo y lo que eso le hizo sentir; contra lo que se movió dentro de su ser, el diálogo interno que se detonó a partir de esa afirmación. Recurrió al enojo para protegerse, para defenderse de lo que estaba sintiendo, de lo que se puso en tela de juicio. Cuando una crítica “amenaza” la identidad, el orgullo profesional o la imagen de uno mismo, la reacción suele ser más visceral que racional y, paradójicamente, el impacto pega directo a la reputación: justo aquello que inicialmente dolió. Pero ganar no exime y sentir tampoco justifica.
Sin embargo, también es importante mencionar que parte de la descripción del puesto de un periodista, y sobre todo en deportes, es opinar. Sentar a un titular es una decisión 100% técnica y para nada un asunto ético o moral. La actitud del estratega, eso sí, cuestiona su ética profesional: el trato, la reacción, el lenguaje e incluso el manejo del poder al afirmar que no volverá a dar entrevistas a esa televisora hasta que el comentarista esté fuera de ella. La ética y el liderazgo se revelan más en las respuestas ante la crítica que en cómo se gana o a quién deja en la banca.
Anteriormente escribí que Mohamed es un líder “muy humano, cercano y emocionalmente inteligente”, y lo sigo pensando. Sin embargo, la inteligencia emocional no es una característica fija; se practica todos los días. Precisamente porque el argentino es un técnico humano y empático con sus jugadores, se espera que también lo sea hacia afuera.
Ya dije que un líder representa algo más grande que él. En este caso, el Turco representa a un club, una institución, una afición y hasta a los patrocinadores. Es un líder de alto perfil y, en este nivel de responsabilidad, no solo es necesario el entrenamiento táctico, sino también el emocional y el comunicacional. Un líder debe saber contener el daño, no ampliarlo; responder sin atacar y elegir sus batallas. Saber cuándo hablar y cuándo callar, porque el silencio también es una estrategia.
Liderar implica una responsabilidad emocional: saber qué hacer con las emociones cuando duele y todos miran.




