Han pasado más de 20 años cuando un chico inglés, llamado Wayne Rooney de bastante talento, daría el salto del Everton al Manchester United, episodio con un sabor agridulce, y es que la felicidad y el terror se encontraron en un mismo escenario durante el verano de 2004.
Con 19 años ese chico viviría el terror recibiendo amenazas de muerte y viendo la casa de sus padres destrozada: “Recibí amenazas de muerte; pintaron y destrozaron la casa de mis padres. Lo mismo pasó en la casa de mi novia”, relata el jugador en entrevista con la BBC.
“En esos momentos tienes que ser muy fuerte mentalmente y apoyarte en la gente que tienes cerca. Irme del Everton fue muy difícil, porque me fui al Manchester United y Liverpool y Manchester tienen una gran rivalidad, lo que lo hizo más difícil”, recalca el hombre de 40 años actualmente.
Su trabajo mental tuvo que ser su fortaleza para lidiar con un panorama de miedo e incertidumbre: ““Mi mentalidad siempre fue ‘no me importa’. Sabía lo que quería y sabía cómo llegar allí. Tuve que ser muy fuerte de mente. Era gente de mi ciudad, así que fue duro, pero pensé ‘no me importa, tienes que ser egoísta y tomar decisiones”.
¿Qué representó su traspaso?
En el verano de 2004, el futbol inglés fue testigo de uno de los traspasos más impactantes de su historia moderna. Wayne Rooney, con apenas 19 años, dejó al Everton, el club de su infancia, para convertirse en nuevo jugador del Manchester United, en una operación que marcó el inicio de una era tanto para el futbolista como para los de Old Trafford.
Wayne Rooney era, desde los 16 años, el mayor prodigio que había producido Inglaterra en décadas. Su gol al Arsenal en octubre de 2002, que rompió el histórico invicto de los Gunners, lo catapultó al centro de la escena mediática.
Con el Everton, Rooney disputó 77 partidos oficiales, anotó 17 goles y se consolidó como el símbolo del renacimiento del club bajo el mando de David Moyes. Su rendimiento, carácter competitivo y madurez precoz llamaron la atención de los gigantes europeos.
El torneo que lo catapultó
El verano de 2004 fue decisivo. En la Eurocopa de Portugal, Rooney brilló con la selección inglesa, anotando cuatro goles y convirtiéndose en el futbolista más joven en marcar en un torneo continental. Su actuación desató una feroz competencia entre clubes como Chelsea, Real Madrid, Barcelona y Manchester United.
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