“El deporte es injusto porque no a todos se les dan las medallas, aunque te esfuerces por hacer las cosas bien y entregues toda tu vida a éste”. Recuerdo esas palabras que me dijo la doble medallista olímpica Paola Espinosa previo a los Juegos Olímpicos.
Hacia referencia a la preparación de más de una década que necesita un atleta para cumplir el sueño de llegar a la máxima justa deportiva.
He tenido la fortuna de ser testigo de la entrega de cada día, en cada entrenamiento y competencia de los seleccionados mexicanos que participan en Río 2016. Y con argumentos puedo decir que ninguno de ellos vino de vacaciones.
Entiendo que las expectativas en ellos son altas porque México necesita de esos triunfos para sentirse grande ante tanta pobreza, violencia, secuestros, narcotráfico y corrupción. Pero eso no justifica burlas y agresiones tras su participación en los Juegos Olímpicos, donde hay sequía de medallas para mexicanos.
Y tal vez no nos damos cuenta, pero esos esfuerzos, triunfos y fracasos están en todas las profesiones, los dentistas, los estudiantes, los profesores, los banqueros, los contadores o los empresarios. Sólo que algunos son más públicos que otros.
Los invito a ser autocríticos, ¿qué hemos hecho todos en solitario o en colectivo por el país?
Si la exigencia fuera la misma para todos, estoy segura que México tendría un mejor nivel político, económico y social.
Los mejores deportistas del país están en los Juegos Olímpicos luchando por una medalla ante los mejores del mundo. En muchas partes persiste la filosofía de que cuando ganas eres héroe y cuando pierdes eres el peor.
Ellos llegan solos, sin los apoyos necesarios y así también pierden, solos.




