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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

La igualada le place a los de Coapa

2016-12-02 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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El Necaxa es como la literatura: sólo para una minoría ilustrada”, describe con el pecho inflado Juan Villoro.

Es también la improbabilidad de la fe, que debe ser consumada en los milagros de Liguilla, ante un América que convive con la presión del triunfo de forma escalofriantemente serena.

Los Rayos son la ilusión de quien se enamora de nueva cuenta. El América toma de la mano a la exigencia. La abraza y se siente cómodo en ella. Son amores distintamente parecidos, que anhelan el suspiro de la dama de plata.

Lo que sucede es que lo que antes era un juego entre hermanos, este jueves extravío las actas de nacimiento. La disputa de la pelota era algo más que entretenimiento en el patio trasero de la casa. Rayos y Águilas se confirmaban como enemigos recalcitrantes que no comparten el cuarto...

El futbol lo sabía desde su lógica reinventada. Desde la provisión de los nuevos pretextos para hacer de la antigua afrenta afectiva, una actualizada lucha encarnizada. Y bien jugada.

Moisés Muñoz activo, entonces, el imán en los guantes. Un cabezazo del ‘Ratón’ Isijara vivió en el aire y murió en el manotazo de un arquero que habla con sus lances. Marchesín calla desde alguna otra parte...

En ese diálogo adverso entre Moi e Isijara, se tejió la trama. El necaxista hizo de un disparo, otra prueba que al arquero azulcrema le estiraba la confianza. El balón, desde su condición de moderador, sólo dictaba las pausas.

Porque el América no había materializado su filosofía con alguna pista ofensiva. No era más, desde el cristal del arrojo, pero tampoco fue menos desde la óptica del acoplo.

Necaxa olió la sangre cuando Isijara, con su futbol descaro, picó una pelota, en forma de daga, que voló entre los centrales hacia los botines educados de Luis Felipe Gallegos, que la cruzó, ante la salida de Muñoz. Fue un gol lleno de cortesía. Violentamente fino.

Pero las Águilas no se escapan de las responsabilidades. En un gol de carambola, con cuatro intentos distorsionados, un disparo final de William da Silva fue desviado. Marcos González, y su pierna entrometida, no hacían otra cosa que devolverles la vida...

Lo demás fue el reconocimiento de que ni el Necaxa sabe perder en casa, ni el América se forzó para ganar fuera de ella. La igualada le place a los de Coapa.

Con ese antecedente, y una derrota en los últimos 14 partidos, Una vez más, el Necaxa es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia de quien se vuelve a casar, diría también Juan Villoro.

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