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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Tigres no tuvo piedad de su acérrimo rival

2017-05-14 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Monterrey se despertó ayer con un detalle en cada cosa. Cada sorbo en el café de la mañana tenía algo de plegaria. Sus nubes se movían más rápido con un aire de esperanza.

La ciudad tenía mucho de isla. Vacía, hipnotizada, expectante. Rayados perdía por diferencia de tres y nunca esperó caer por diferencia de cinco. Tigres pulverizó 6-1 global al acérrimo rival…

Mucho porque André-Pierre Gignac es una lanza de obsidiana que patea tiros libres filosos, colocados, inalcanzables. El francés envió a la red la pelota con el disparo diagramado en la abstracción de la imaginación. Supo que haría un gol antes de hacerlo. Hugo González, en contraparte, supo que no lo atajaría, antes de lanzarse con la duda como tercer guante. González voló resignado desde el inicio del viaje a la culpa.

Tigres era eso. El oportunista que viste de sombrero y usa guantes. Fino ladrón de ilusiones ajenas. Monterrey era, en cambio, el perezoso recuerdo de un equipo competitivo fotografiado en la barriga de Edwin Cardona.

Y Gignac y su incommensurable futbol gourmet, al que no solo puede ni debe observársele a través del cristal de la efectividad, porque también tiene mucho de cualitativo, confirmó que sus goles se gestan desde una vanidad atractivamente productiva.

Así hizo su anotación 14 en 16 juegos de Liguilla. Salió de campo montando a caballo por derecha, para definir cruzado a segundo poste con una serenidad pasmosa. Donde a algunos se les acelera el corazón, al ’10’ le bajan las pulsaciones. Pero late. Siempre bombea sangre de gol.

Tigres juega cuando quiere, porque puede. Monterrey no supo ni quiso.  Pabón fue un recuerdo consumido en un tiro al poste, Funes Mori, una expulsión que no fue en el color de la tarjeta, pero sí en su deambular por la intrascendencia; Mohamed vivió y murió en una absorta mueca y Rayados se desmoronó como un castillo de arena roto por la violencia del mar.

Así, se descubrió que el café a partir de hoy será más amargo, y se supo que las nubes  y los sueños de remontada rayada se los fueron también con el viento…

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