A sus 17 años, la veracruzana Valentina Murrieta es la mejor portera del mundo en su categoría. No solo es un logro personal: es un símbolo generacional y nacional. Es un triunfo que comenzó a forjarse cuando Murrieta decidió jugar futbol, cuando su papá la motivó a ser portera, cuando un visor del América la llevó al club de Coapa. El resto lo ha hecho ella: trabajo, enfoque y una mentalidad inquebrantable.
¿Qué significa este premio y qué tuvo que suceder para que llegara a sus manos?
Pocas veces nos detenemos a pensar en todo lo que tuvo que ocurrir para que cada uno de nosotros llegara a donde está. Más allá de nuestras propias decisiones, están las de nuestros padres, abuelos y bisabuelos: historias de lucha, amor, dificultades y esperanza. Somos el resultado de generaciones que creyeron, que resistieron y que soñaron.
El liderazgo no se elige, se asume. Y Valentina lo está asumiendo con consciencia y humildad. Siendo tan joven, ya representa un modelo a seguir para muchas niñas. Esto siempre será una gran responsabilidad. La clave para seguir creciendo y continuar siendo un ejemplo está en ser auténtica, reconocer que el talento florece en equipo, saber guiar y dejarse guiar, jamás achicarse ni frente al reto ni frente al reconocimiento, y nunca perder la esencia. Su papel como líder no es únicamente parar goles, sino también abrir puertas.
Cuando sabes que te observan, la mayor responsabilidad no es ser perfecta, sino mantenerte auténtica.
Detrás de este premio hay décadas de esfuerzo de muchas generaciones de mujeres que soñaban con jugar futbol cuando ni siquiera existía una liga profesional. Liga MX Femenil nació en 2017, y la Sub-17 apenas unos años antes.
Hoy, ese sueño tiene nombre, rostro y guantes dorados. Aún falta mucho para emparejar condiciones, pero con profesionales como Valentina poco a poco se va rompiendo el techo de cristal en este deporte.
La americanista sabe que la principal responsabilidad no la tiene con México ni con las mujeres, sino consigo misma: con seguir creciendo, con continuar siendo disciplinada, incluso cuando parecería que ser la mejor del mundo es el punto más alto. El verdadero reto, cuando se logran los objetivos, no es alcanzarlos, sino mantener la constancia con un propósito claro, con congruencia y determinación.
La portera ya es un modelo para las generaciones que vienen, no solo en el deporte, sino en una cultura de esfuerzo, liderazgo joven y visibilidad femenina. Su historia nos enseña a confiar en el proceso, a no bajar los brazos y a asumir un liderazgo auténtico desde el ejemplo.
Valentina nos recuerda que cuando una mujer se planta, se avienta y se atreve, todas avanzamos.




