A veces el marcador no alcanza para contar todo lo que pasa en la cancha, porque hay partidos que, más allá del resultado, se ganan con el corazón. La Selección Mexicana Femenil Sub-17 lo dejó claro en este Mundial, compitió con valentía, rompió expectativas y nos regaló una de las actuaciones más inspiradoras que hemos visto en mucho tiempo.
Este grupo de jóvenes futbolistas no solo representó a México: lo proyectó hacia el futuro. Su paso firme, su juego colectivo, su valentía para enfrentar rivales de talla mundial son el reflejo de una generación que ya pide su lugar en la élite. Lo hicieron con orden, con corazón y con una madurez que asombra para su edad.
Más allá del resultado del partido, lo que estas chicas lograron ya tiene un valor inmenso. Porque llegar a semifinales no fue casualidad: fue fruto de trabajo, disciplina y un proceso que empieza en las canchas de tierra, en los clubes locales y en los programas juveniles que hoy comienzan a dar resultados. Estas jugadoras son la prueba viva de que invertir en la cantera sí funciona, y que cuando se cree en el talento femenino desde temprano, los sueños se vuelven alcanzables.
Jugadoras como Berenice Ibarra, Mariana Pérez, Camila Castañeda y tantas otras demostraron que México no sólo tiene presente, sino un futuro brillante. Que no se trata de esperar a que las cosas cambien: ya están cambiando. Lo que vimos en este Mundial fue garra, fue juego inteligente, fue amor por la camiseta. Fue la promesa de una generación que, si se le da continuidad, puede escribir nuevas páginas doradas para el futbol mexicano.
No hay que perderles la vista. Porque en cada una de ellas hay una historia que apenas comienza: la futura goleadora de la selección mayor, la próxima capitana olímpica, la arquera que nos hará gritar en un Mundial absoluto. Este equipo sub-17 nos recordó que el futuro no se imagina… se entrena, se trabaja y se celebra.
Hoy, más que lamentar un resultado, hay que reconocer una hazaña. México llegó lejos, compitió con grandeza y nos mostró que el talento joven está listo para tomar la estafeta. Si las apoyamos, si seguimos su proceso, pronto no hablaremos del futuro del fútbol femenil: hablaremos de su presente.
¡Abramos cancha!




