Minuto 72. Cambio por Rodrygo y Vinícius explota y amenaza con irse. Ya vimos la escena: gritos, manoteos y autocastigo al vestidor.
Escenas como esta no son ajenas al futbol, y aunque en este caso no hubo sanción por parte del club, Vinícius tiene mucho más que perder de lo que imagina si no aprende a gestionar sus emociones y a trabajar en su inteligencia emocional. Este tipo de comportamientos no son un simple arranque o una explosión momentánea por los ánimos del juego. Esto va más allá del minuto 72; tiene que ver con un pasado, con un diálogo interno, con una emoción no trabajada —y tal vez mucho menos comprendida— por el mismo Vini Jr.
Podemos ver en sus “disculpas” que él mismo justifica su reacción alegando que quiere “ayudar a su equipo” y que ese “carácter competitivo nace del amor”:
“A veces la pasión me gana por querer siempre vencer y ayudar a mi equipo. Mi carácter competitivo nace del amor que siento por este club y por todo lo que representa. Prometo seguir luchando cada segundo por el bien del Real Madrid, como lo he hecho desde el primer día.”
Si realmente fuera tan consciente de que lo hace por amor a la playera, él sería el primero en detener estas reacciones, porque dañan al club, al director técnico, al equipo. (¿Qué pensará Rodrygo al respecto?) Si lo que quiere es ayudar, que haga un examen de conciencia, un reconocimiento profundo sobre la verdadera causa de este tipo de actitudes: ¿qué lo detona?, ¿qué creencia se enciende en él al ser sustituido?
Estos comportamientos no solo erosionan las relaciones internas, sino que se perciben como arrogancia y falta de madurez profesional, lo que con el tiempo afectará la percepción de alguien que aspira a ser el capitán de uno de los equipos más famosos del mundo.
Lo que no les ha quedado claro a algunos futbolistas —o en tal caso, a algunos empleados de cualquier compañía— es que cada uno representa a la institución para la que trabaja, y como tal también encarna los valores de esta y los estándares de comportamiento que se esperan en cualquier jugador o colaborador.
Si bien el club decidió no imponer sanción formal, sí podría establecer un proceso para trabajar con jugadores con este tipo de actitudes y ayudarlos a mejorar en este aspecto desde lo individual, con un proceso personal. La clave es la coherencia con los valores del club.
Cualquier jugador que aspire a crecer profesionalmente debe tener la capacidad de madurar emocionalmente, ser un líder responsable y un ejemplo a seguir, no solo talento en bruto.
Por su parte, Xabi Alonso dijo que iba a tener una charla en privado con el jugador, y no debería ser un simple llamado de atención. Porque aunque fue un berrinche, Vinícius no es un niño. Esta plática debería girar en torno a lo que se espera de él desde su rol: las expectativas de conducta, lo que significa liderar y ser equipo.
Todos estamos expuestos a la presión externa, pero los que dejan huella son quienes aprenden a manejarla.
La verdadera ventaja competitiva en entornos exigentes es la inteligencia emocional: conocernos, gestionar lo que cargamos desde pequeños y alinearnos con una organización más grande que nosotros.
La diferencia entre un buen profesional y una persona con gran talento no está en lo que se hace bien cuando las cosas van bien, sino en cómo lideras desde la calma, cómo te levantas cuando te tiran y el impacto positivo que tienes en los demás.




