El Día de Muertos es una de las tradiciones más representativas de México, donde cada altar se convierte en un símbolo de amor y recuerdo. Sin embargo, hay una creencia muy arraigada: no se debe poner ofrenda a una persona que acaba de fallecer. Esta práctica tiene un profundo significado espiritual y cultural que explica por qué se espera cierto tiempo antes de incluirlos en el altar.
¿Por qué no se coloca ofrenda a un recién fallecido?
De acuerdo con la tradición, cuando alguien muere su alma emprende un viaje hacia el más allá, un camino que puede durar un año o incluso más. Durante ese periodo, se considera que el espíritu aún no está preparado para regresar a visitar el mundo de los vivos, por lo que colocarle una ofrenda podría interrumpir su trayecto espiritual.
Esta creencia proviene de la mezcla entre la cosmovisión prehispánica —donde las almas atravesaban varios niveles hasta llegar al Mictlán— y las enseñanzas cristianas sobre el descanso eterno. Por eso, se cree que es mejor esperar hasta el siguiente Día de Muertos para incluirlo en el altar, una vez que su alma haya alcanzado la paz.
¿Qué significa esta práctica en la actualidad?
En muchos hogares de México, las familias eligen no colocar fotos ni alimentos del recién fallecido durante el primer Día de Muertos, como muestra de respeto hacia su proceso espiritual.
Sin embargo, otras personas deciden rendirle homenaje de inmediato como una forma de despedida o conexión emocional. Ambas posturas se respetan, ya que el sentido profundo de esta tradición es honrar la memoria y mantener vivo el recuerdo de quienes amamos.
Aunque la costumbre dicta que debe pasar un tiempo antes de poner una ofrenda a un recién fallecido, el Día de Muertos sigue siendo una celebración de amor más que de reglas. Cada familia encuentra su manera de recordar, y lo importante es hacerlo con respeto, fe y corazón.
