Quedan apenas unos días para que Qatar acoja el Mundial de fútbol, y los grupos de derechos temen que la ventana para abordar la explotación generalizada de trabajadores extranjeros pueda cerrarse con rapidez.
La larga espera para el campeonato de este mes ha ido acompañada de un escrutinio sin precedentes sobre el trato que reciben los millones de trabajadores extranjeros en el país del Golfo Pérsico, donde construyeron estadios y otra infraestructura, trabajarán en hoteles y barrerán las calles durante el mayor evento deportivo del mundo.

Ante las intensas críticas internacionales, Qatar ha hecho varias reformas en los últimos años, como el desmantelamiento parcial de un sistema que vinculaba a sus trabajadores a sus empleadores e introducir un salario mínimo, cambios que fueron elogiados por Naciones Unidas y grupos de derechos.

Pero los activistas dicen que los abusos, que van desde salarios sin pagar a duras condiciones de trabajo en uno de los países más calurosos del mundo, siguen siendo generalizados, y los trabajadores, que tienen prohibido sindicarse o hacer huelga, tienen pocas formas realistas de buscar justicia.
También les preocupa lo que ocurrirá tras el torneo, que dura un mes y termina en diciembre, cuando la atención internacional se desplace y los empleadores reduzcan sus plantillas.
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